Metacarpos

No puedo dormir.

Están sentados en la mesa de al lado. Ella toma un té; junto a la taza hay una pequeña tetera, en la taza hay una bolsita, me parece que es té negro, definitivamente no es manzanilla. Él no toma nada; su lado de la mesa está vacío.

No puedo dormir,

insiste ella.

O sea que duermes mal,

responde él.

No, no puedo dormir. Nada. En serio. Al principio daba vueltas en la cama, miraba el techo, revisaba el celular. Hasta conté ovejas, como en la tele. No funcionó. Probé acostarme al revés, con los pies en el cabezal, pero se sentía raro, como si estuviera cometiendo una infracción, violando alguna ley. Nada me hacía dormir.

¿Probaste hacer ejercicio antes de acostarte? Ya sabes, cansarte y tal.

Sí. Me acostaba con los músculos doliéndome y el dolor tampoco me dejaba dormir. Probé leer, probé ver películas. Amanecía con la tele encendida y los ojos abiertos. Así que ya ni lo intento.

Tendrías que ir al psicólogo, a que te revisen eso.

Ya veo a una psiquiatra.

Coño, entonces que te mande pastillas.

Me las mandó, pero no las tomo. Me atontan. Me siento aturdida, boba. Como si tuviera el cráneo lleno de algodones.

Se frota la sien derecha con los dedos índice y medio. Veo sus nudillos, muy arrugados, párpados que se cierran con fuerza. Pienso: cuando más crecemos es cuando dormimos. Nuestro esqueleto se estira dentro de nosotros, empuja los músculos y la piel. Tiene que hacerlo con cuidado; si se apurara demasiado, nos desgarraría.

Dormimos: los huesos se alargan, se tienden hacia lo que seremos. Se afuturan. Quien no duerme, niega su propio esqueleto.

¿Sabes? ¿Sabes lo que te digo?,

pregunta ella.

No, la verdad no.

Cuando tomo las pastillas, siento que alguien me transformó en una muñeca de trapo. O como si fuera un animal deshuesado.

Él se inclina, apoya los codos en el espacio liso donde no hay café, ni té, ni agua. Ella lo mira y no lo ve. Como quien ve pasar un perro en la calle, distraída.

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Adalber Salas Hernández

Adalber Salas Hernández (Caracas, Venezuela, 1987). Entre otros, autor de los libros Salvoconducto (XXXVI Premio de Poesía Arcipreste de Hita; Pre-Textos, 2015; traducido al alemán por Geraldine Gutiérrez-Wienken y Marcus Roloff como Aus dem Kopf durch die Nacht y publicado por parasitenpresse en 2021), La ciencia de las despedidas (Pre-Textos, 2018; traducido al inglés por Robin Myers como The Science of Departures y publicado por Kenning Editions en 2021), [a love supreme] (Letra Muerta, 2018) y Nuevas cartas náuticas (Pre-Textos, 2022), así como los volúmenes de prosa Clarice Lispector: el lugar de la poesía (Ril Editores, 2019), Palabras sin dueño. Variaciones sobre la traducción literaria (Dirección de Literatura UNAM / Periódico de Poesía, 2019) y 23 shots (Dcir Ediciones, 2020). Entre otras, ha publicado traducciones de Marguerite Duras, Antonin Artaud, Charles Wright, Mário de Andrade, Hart Crane, Pascal Quignard, Mark Strand, Lorna Goodison, Louise Glück, Yusef Komunyakaa, Anne Boyer, Roger Robinson (con Elisa Díaz Castelo), Nicholas Laughlin, Shara McCallum, Jamaica Kincaid, Frankétienne y Patrick Chamoiseau. Su trabajo poético ha sido reunido en las antologías Ai margini di un mondo sconosciuto (Edizioni Fili d'Aquilone, 2018; traducción de Alessio Brandolini) y De ningún viaje se vuelve (Mantis Editores, 2019).