Clit City
Pedazos de una ciudad posnuclear
—Do you know what today is?
—Eh… Friday?
—No, Dodobird. It´s Armagedon Day!
GREGG ARAKI
Trauma
Estoy encerrada en una jaula de neón en trauma, un pervertido antro a las afueras de Clit City. Varios adolescentes llenos de escamas y piercings, que también están dentro de la jaula, se desnudan al tiempo que van meneándose al ritmo del beat. Cuando intento explicarles que, en realidad, yo no debería estar ahí dentro, que he venido con un chico que conocí en internet y que este chico —como en un truco de magia: puff— ha desaparecido de pronto y me ha dejado buscándolo en todos los sudorosos rincones del club hasta terminar encerrada ahí, entre aquellos barrotes fluorescentes, uno de ellos se acerca a mí y, frotando su piel de lagarto contra mi abdomen, me susurra al oído que estoy confundida. «Esto no es una jaula, amor. La jaula está fuera de la jaula. Si sales de aquí, preciosa, pues entonces sí vas a estar encerrada». Cuando, tres horas después, por fin salgo de trauma, el sol sale como un escupitajo rebobinado en cámara lenta. Como no puedo caminar bien, detengo un taxi a mitad de la avenida. Manejamos en silencio hacia el centro y (mientras me quito la peluca y las uñas postizas) el taxista me mira con asco o envidia.
((()))
Dos niños rebuscan algo de comer en una bolsa de basura y descubren en su interior un portal a otro lugar. Los niños son hermanos, y —conmovidos por el resplandor que emana del agujero y que inunda sus rostros y al callejón entero— hacen un pacto de nunca abandonarse. Nunca, nunca, nunca. Claro que cuando el primero de ellos se zambulle en el interior del portal, el agujero se contrae y desaparece al mismo tiempo que el niño; y entonces el segundo, el otro niño —el niño que se quedó entre nosotros y que todavía escarba en las bolsas de basura mientras nosotros dormimos— se queda esperando en lo oscuro, rodeado de los restos fétidos que le escuecen los ojos y que —él sabe— no va a tener que comerse. Porque su hermano va a volver en cualquier momento.
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BUTE(CH)S
El cuerpo dislocado del gato sigue temblando contra el pavimento cuando el vigilante llama al penthouse. La música cesa y se encienden las luces. Butius (hijo de los anónimos ingenieros de la bomba) surca de un lado al otro la multitud que se hacina en la terraza de su casa y —con la dicción completamente alcoholizada— se pregunta quién coño habrá lanzado a Skittles. Mira desde el barandal hacia abajo y reconoce a quien él cree que es la conserje y a quien está casi seguro de que es el vigilante; ambos alrededor de la plasta que ha sido su mascota durante el suficiente tiempo como para tener que dar explicaciones y que emite ahora sus últimos maullidos antes de morir. Butius suspira y piensa que en un momento estamos aquí y al otro no sabemos. Voltea hacia la fiesta y descubre que todas las miradas, expectantes, están clavadas en él. El camión de la basura tritura los restos de Skittles diez o quince minutos después de que la música se reanuda.
Gelatina de haikús
El porvenir de cualquier hombre puede traducirse en las diecisiete sílabas de un haikú si el paladar de Piercing degusta su semen. Es un don que ella misma no quisiera tener, pero, ya que los astros y la radiación han confluido para obsequiárselo, ha tenido que aprovecharlo de la mejor manera. Su primer poemario sale a la venta la semana que viene y —como en Clit City no existe el servicio de pre-order y tampoco existe lo que se dice industria editorial— centenares de hombres ya están haciendo filas y filas en las librerías devastadas de la ciudad, dispuestos a pagar lo que tienen y lo que no para que el fenómeno poético se les revele en el mismo haikú impreso en todas las páginas.
Transfantasmatic
Todas las historias de amor son historias de fantasmas
DAVID FOSTER WALLACE
Un cuento de fantasmas donde el fantasma no se muestra nunca a no ser que el pasado siempre sea el fantasma más poderoso de todos y nos confirme una y otra vez que el mejor fantasma de todos es aquel que nunca vuelve
RODRIGO FRESÁN
Pero tal vez se pueda retroceder en el tiempo. Tal vez se pueda resucitar a los muertos. A todos los muertos, los del pasado y los del presente.
CHUCK PALAHNIUK
Después de la pérdida, ________ (1) no tardó en acudir al Grupo de ayuda mutua para padres con hijos fallecidos. No obstante, había algo terriblemente patético y desagradable en aquel programa que —incluso con la voluntad de superación y recomposición necesaria— hacía imposible el renacimiento que motivaba a los demás integrantes a seguir asistiendo. Todos esos padres lloricones y babosos, todos tan sobremedicados o tan al borde del suicidio. No, no, no. Eso no puede ser bueno para nadie…
(1) Aquí y en los demás espacios fantasmales va escrito el nombre de tu mamá.