No es demasiado tarde
No es demasiado tarde para llorar a mi papá, incluso puedo desvelarme. Hoy salgo a la calle y busco en dónde meterme para estar acompañado; hoy tengo menos vergüenza de lo que fallé, siento una nueva oportunidad mientras me rodeo de extraños. En mi mente digo tres frases: la primera con la palabra «una», la segunda con la palabra «noche», y la tercera con la palabra «puedo». Hoy lo que conozco pesa un poco menos, y lo que no conozco me mantiene con vida.