Apolonio
Una santa figura adquiere la vida
por primera y por última vez
Y produce una lágrima, detenida
en el borde del pómulo lustrado
Un milagro Se extiende hasta la calle contigua
Hasta la calle que luego le sigue
Y a la calle que nace de pronto
parpadeando los cables de la luz
Allá los perros maúllan Desalmados
Corren como nadan las anguilas
debajo de la tierra, masticándote los pies
Es el límite de la vida El límite del país
Acá los noticieros no engañan
Realmente se ha visto de todo
Una serie de relatos para todos los gustos
los colores y sabores de la feria del Señor
se despliegan al alcance de tu cocina
La literatura se inventó en un pueblo del norte de México:
Joven muere en linchamiento vecinal tras el robo de un brócoli
Y los cuetes, las balas que adornan la lentitud del televisor
No son meras enumeraciones
Es la métrica Destilada de la palabra
El mismo ritmo que caminas por la acera incalculable
El undostrés de salir de tu casa y hasta el súper en agosto
Es la densa retórica de la que sin querer formas parte
Un paso sin pena ni gloria
y sin el cual ya no existes
se incendia a cada instante en el que choca
Y es la música
Lo veintiúnico que te queda
Lo poco que quizás te valga de algo por acá
bajo el sol de los cuarenta y cuatro demonios
El norte de México Un milagro
Despertarte de buenas Encender el televisor
Otra Virgen que llora Un milagro
Salir por algo para comer
La literatura se inventó en estas calles
(al menos no fuiste el vecino linchado
piensas a la vuelta de la esquina)
¿Pero quién carajos sobrevive a los veranos
en el pueblo fantasma?
Y a los cuetes y a las balas
(un paso más y te mueres de sed)
Ni tú, ni ninguno de los poetas
que ven las noticias por la mañana
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