La azada
Removimos la tierra
y brotó una calavera animal.
Definitivamente, eras perseguidor.
Habrás sido zorro, perro —le murmuro—
con presas entredientes:
ahora en ellos se ensartan raíces.
En la cuenca de los ojos
te nace un bulbo. Basta darle
el suficiente tiempo
a la muerte para saber
que florece.