Cinco poemas -Rosa Berbel
No mires ahora
La casa se ha llenado de fantasmas.
No todos pueden verlos.
Solo tú y yo que estamos
hablando con lenguajes imposibles.
Las emociones crean realidades.
Hay lugares que existen solo para nosotros,
porque han sido nombrados a propósito.
A quién damos las gracias por una casa llena
de reflejos dorados,
por la calma de algunas pesadillas,
por darnos otras llaves.
No dormiremos solos esta noche.
No viviremos solos.
Y la magia recorre el camino a la inversa.
¿A Dios, a la ternura,
a la imaginación?
¿Al misterio que irrumpe
en la normalidad
y la desgrana?
Siglo 22
El muchacho desnudo
–que se parece a ti–
mira por la ventana de su piso vacío.
Nada nuevo: su pene golpeando en el cristal
de forma repetida,
por los siglos de los siglos.
En ese mismo instante, en otro apartamento,
la muchacha desnuda
–que se parece a mí–
apunta con su dedo hacia el cuerpo desnudo
del muchacho.
Su deseo es ingenuo y anafórico.
No podríamos lamernos ni tocarnos
sin romper los cristales, sin nombrar emociones
con palabras gastadas, de otro tiempo.
¿Cómo reconocer poemas de amor
cuando el campo semántico
es antiguo?
Todo lo que algún día nos hizo sonreír
ahora está muerto.
Deseo de destrucción
La piedra contra la que chocamos,
¿cuál es su nombre? ¿Qué largo azar
la puso ante nosotros?
Ignoro su dureza, sus razones,
miradas extrañantes
por sobre este paisaje obligatorio.
Persiste la erosión contra la roca,
persisten los deseos impactados.
Nos abruma la vista y es extensa,
igual que esas imágenes terribles
que nos persiguen justo antes del salto;
la orografía es erótica.
También si no se nombran,
sobre todo si nunca los nombramos,
persisten los errores.
Que nuestro choque sea
por siempre insatisfecho.
Nuevos mapas
Hay un enfermo en todas nuestras casas.
Somos tú y yo a veces,
en otras ocasiones lo son otros.
Pero este es el testigo: un enfermo que dicta
la longitud exacta del planeta
a partir de las sombras
que proyectan sus síntomas.
La realidad es elástica.
Nuestra lengua designa a un mismo tiempo
los placeres comunes y los que trae la fiebre
con la palabra fuego.
Si cerramos los ojos,
escuchamos aún el rumor mágico
de las fiestas antiguas,
como un miembro fantasma.
Su resplandor lejano y aquella luz nocturna
tan interrogativa.
¿Cambiaron las preguntas?
Ahora es tan solo esto lo que nos ha quedado
de la fiesta.
Respuestas concedidas torpemente,
una torsión salvaje.
Educación obligatoria
En el patio del colegio
los niños juegan a ser profesores.
No necesitan muchas herramientas,
solo leyendas viejas, formas nuevas
de nombrar los objetos sin mirarlos.
La explicación no cambia sus certezas.
A veces pasan cosas que desbordan
las líneas del relato. Eso se aprende tarde.
Un cuerpo tiene un peso fantasmal
que existe solo cuando se desploma.
Pero nadie los está escuchando.
En mitad del recreo
hay un abismo antiguo y muy profundo
que acabará engulléndonos a todos.
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