Cinco poemas -Rosa Berbel

Carlos de Miguel

No mires ahora

 

La casa se ha llenado de fantasmas. 


No todos pueden verlos. 

Solo tú y yo que estamos

hablando con lenguajes imposibles. 

Las emociones crean realidades. 

Hay lugares que existen solo para nosotros,

porque han sido nombrados a propósito. 

A quién damos las gracias por una casa llena 

de reflejos dorados, 

por la calma de algunas pesadillas, 

por darnos otras llaves. 

No dormiremos solos esta noche. 

No viviremos solos.

Y la magia recorre el camino a la inversa.

¿A Dios, a la ternura, 

a la imaginación?

¿Al misterio que irrumpe 

en la normalidad

y la desgrana?

Siglo 22

El muchacho desnudo 

–que se parece a ti–

mira por la ventana de su piso vacío.  

Nada nuevo: su pene golpeando en el cristal

de forma repetida, 

por los siglos de los siglos.

En ese mismo instante, en otro apartamento, 

la muchacha desnuda 

–que se parece a mí– 

apunta con su dedo hacia el cuerpo desnudo 

del muchacho. 

Su deseo es ingenuo y anafórico. 

No podríamos lamernos ni tocarnos

sin romper los cristales, sin nombrar emociones

con palabras gastadas, de otro tiempo.

¿Cómo reconocer poemas de amor

cuando el campo semántico 

es antiguo?

Todo lo que algún día nos hizo sonreír

ahora está muerto.

Deseo de destrucción

La piedra contra la que chocamos, 

¿cuál es su nombre? ¿Qué largo azar

la puso ante nosotros?

Ignoro su dureza, sus razones,

miradas extrañantes 

por sobre este paisaje obligatorio. 

Persiste la erosión contra la roca, 

persisten los deseos impactados.

Nos abruma la vista y es extensa, 

igual que esas imágenes terribles

que nos persiguen justo antes del salto;

la orografía es erótica.

También si no se nombran,

sobre todo si nunca los nombramos, 

persisten los errores.

Que nuestro choque sea 

por siempre insatisfecho.

Nuevos mapas

Hay un enfermo en todas nuestras casas. 

Somos tú y yo a veces, 

en otras ocasiones lo son otros. 

Pero este es el testigo: un enfermo que dicta

la longitud exacta del planeta

a partir de las sombras 

que proyectan sus síntomas. 

La realidad es elástica.

Nuestra lengua designa a un mismo tiempo

los placeres comunes y los que trae la fiebre 

con la palabra fuego. 

Si cerramos los ojos, 

escuchamos aún el rumor mágico

de las fiestas antiguas, 

como un miembro fantasma. 

Su resplandor lejano y aquella luz nocturna 

tan interrogativa. 

¿Cambiaron las preguntas?

Ahora es tan solo esto lo que nos ha quedado

de la fiesta. 

Respuestas concedidas torpemente, 

una torsión salvaje. 

Educación obligatoria

En el patio del colegio 

los niños juegan a ser profesores. 

No necesitan muchas herramientas, 

solo leyendas viejas, formas nuevas

de nombrar los objetos sin mirarlos. 

La explicación no cambia sus certezas.

A veces pasan cosas que desbordan 

las líneas del relato. Eso se aprende tarde. 

Un cuerpo tiene un peso fantasmal

que existe solo cuando se desploma.

Pero nadie los está escuchando.  

En mitad del recreo

hay un abismo antiguo y muy profundo

que acabará engulléndonos a todos.


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Rosa Berbel

Rosa Berbel (Sevilla, España, 1997). Es graduada en Literaturas Comparadas y máster en Estudios Literarios y Teatrales por la Universidad de Granada. Su primer poemario, Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018), fue galardonado con el XXI Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y posteriormente merecedor del Premio Andalucía de la Crítica a la mejor Ópera Prima y del premio Ojo Crítico de Poesía 2019 de RNE.

https://twitter.com/Rosaberbel_
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