Entre criaturas
Ayer vi un animal separado
de la manada. Echado en su
costado dejaba pasar el tiempo
bajo la atenta sombra del olmo.
Aullaba. El dolor construyó un
puente entre nosotros sin
consonantes ni vocales. Me
invitó a echarme con él. El
olmo se extendió hasta cubrirnos
a los dos: había guardado una
sombra para mí. Me permitió ver
su mundo: allí estaban catalogadas
sus cicatrices, las noches de frío, los
días largos sin comer, las almohadillas
desgastadas por buscar en dónde
refugiarse de la lluvia. Cada quejido
fundió su rostro en mi memoria hasta
que sólo quedó una mirada antes de
expirar. Me dejó el vacío de su presencia.
A cambio se quedó con mi soledad.
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