Poesía de Ana Pedrera
A esta llanura
A esta llanura, páramo infinito, que se extiende agrietada hasta ser vacío o nada
Dicen adiós
Al cauce sediento que atraviesa esta tierra
Dicen adiós
Las manos de los hombres se agitan con nostalgia
Un llanto silencioso emana de estaciones y aeropuertos
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Los desperfectos
La soledad parece un recurso
insalvable
–Llueve gota a gota,
de arriba abajo–
al que siempre se acude para mirar
cómodamente
a los desperfectos,
sedimentos alineados hasta ser
soga trenzada por el
Vacío.
En medio de
la Nada
la funambulista
salta desde
el Todo.
Los desperfectos observan.
Se fijan detenidamente
en el tamaño
diminuto
de su pie izquierdo,
sobre el que ahora
te sostienes,
aguerrida bailarina
del aire.
Los desperfectos cruzan los dedos.
Te desean
una estrepitosa caída
lenta, trágica, sangrante, mortal.
Que el rojo inunde los charcos.
Que la lluvia sea por siempre
espejismo de luz imposible
en la tormenta.
Los desperfectos sonríen
sin saber que
tu pie izquierdo,
funambulista,
es la nube que siempre logra elevarse hasta alcanzar
la tonalidad de su propio color.
Y siente la funambulista
desde dentro hacia afuera.
Y avanza
–a veces tirita porque siente la Nada
encima y debajo de sí–
Nada la paraliza y avanza.
Y siente
fuerza infinita en su equilibrio
de pájaro teñido de blanco.
Y avanza.
Los brazos en cruz rozan las nubes
abriendo en la Nada un espacio
para ellas, para que sean
encima y debajo de sí mismas,
para que sean,
encima y debajo de ti,
acróbata alada que avanza.
Has llegado al principio del fin,
ahora recuerda
despliega en su totalidad
la totalidad de tus plumas,
Definitivamente
es hora de volar…