Poesía de Minerva Vitti

Malaria

 

El hombre supo que estuvo vivo

bajo el follaje fraterno

del Nim 

a sus pies 

mujeres embarazadas niños ancianos

sosteniendo sus cabezas

controlando su dolor

temblor de fiebre fría                    con suéter          a 29 °C.

 

A mí me ha dado cinco veces

ahora quien tiene es mi mujer 

decía el hombre 

sentado en una pila de bloques 

junto al árbol 

¡agárrame que me voy pa’ el suelo!

siguió contando

se me fue el mundo.

               

El enorme Nim sabía 

del suelo pobre

a sus pies

organismo ciego cava las venas

de la tierra toma

lo que encuentra

oro

agua estancada 

huevo mosquito

parásito Plasmodium come 

organismo ciego 

se abre camino 

intentando aplacar hambre.

Organismo ciego 

vive sin luz

palpando devora

hematíes 

decenas

alimenta

su derecho de ser vivo. 

Organismo ciego 

Trafica 

anillo dedo bolsa

bóveda Wall Street Toronto

mata sin remedio

sino se le detiene a tiempo.

Organismo ciego 

planeta vivo

en el charco maduro

 

Cada vez 

que las fiebres palúdicas 

visitaran aquel patio de Amazonas

Nim y hombre se volverían a jurar amistad

allí estaría el hombre

bajo la sombra fresca

masticando la corteza tierna

del boticario ambulante

soñando con los bosques secos

de la India

las muñecas de colores

colgando de los troncos sagrados

y los saltamontes muriendo

de hambre

con tal de no posarse

en el árbol de Nim.

 Publicidad

Sal

 

En la cocina apenas iluminada

tuve una visión fugaz:

la visión de una curiara llena

de indígenas warao

atados y golpeados

por tres hombres

armados que les quitaban

tres sacos de sal.

 

Eso fue todo.

 

En mis manos húmedas

cientos de granos de sal

derramados

cuando intentaba llenar el salero.

 

No había nada que hacer. 

 

Me enjuagué el regreso.

 

Bajo el chorro de agua el recuerdo

de la llamada de Enrique Moraleda

contándome sobre los dos días de navegación

—a puro pulmón y canalete—

para comprar la sal que no tienen

en los caños del Orinoco. 

Mientras hablábamos entraron 

a la casa dos reinitas

igual que un zumbido de motor

pasaron sobre mi cabeza.

Con cuidado abrí las ventanas

y se fueron volando hacia el árbol.

 

¿En qué lugar nos alzamos

para llamar a la sal?

 

En la cocina quieta y profunda

el puñado de sal 

los ojos de los warao buscándola 

incansablemente deseando

un poco en su lengua

para cerciorarse 

que están vivos…

Minerva Vitti

Minerva Vitti (Caracas, Venezuela, 1986). Es periodista y trabaja con temas relacionados a la migración forzada, los pueblos indígenas de la Amazonía venezolana y los conflictos socioambientales. Ha publicado La fuerza del jebumataro: historias de despojo y fortaleza de la Venezuela indígena (Abediciones, 2019); y editado Salvar la vida en la Tierra (Ediciones Gumilla, 2023) y Más fuertes, más rebeldes, más alegres (Ediciones Gumilla, 2024). Ha realizado diversos talleres de poesía con Carla Santángelo, Luciana Reif, Maria Negroni y Raquel Abend van Dalen.

Anterior
Anterior

el tiempo es una forma de transformar / en baba el agua

Siguiente
Siguiente

Poesía de Ana Vázquez de la Torre