Un poema de María Elisa Schmidt Riquelme
No todo comienzo es suave
ni proviene necesariamente del brío.
Algunos inicios surgen despacio, un dedo rodeando el filo de una copa.
La vibración de la carne contra el vidrio suspende el tiempo
empapa el oído
de gotas sónicas, de pequeñas lagunas que trastocan el interior rítmicamente.
Una tiene la lucidez, mínima, centelleante de que después de ese instante
nada volverá a ser igual.