Flora y fauna de una epifanía de agosto en el pueblo
La caña que perdura en el arrabal
junto al río seco
lo sabe
se lo contó a los primeros vencejos
y estos dieron forma en el aire con su vuelo
a lo que estoy por decirte.
El gato perezoso de aquella barraca
que aún no has visto
al final del paseo marítimo
se dio cuenta
y, sin querer evitarlo, se lo contó al agua y a la arena
—aún juguetean con la idea
en su sístole y diástole—.
También entre las barcas
corrió el rumor
y, jubilosas,
lo celebraron bamboleándose allá por el espigón
durante las noches, antes de faenar.
Lo saben.
Saben que te quiero con el corazón y la persistencia
del coral
que, sin ti, el color luce despintado
y que te buscaré en las estancias que nos gustan
para, allí, amarte.