Cinco poemas - Ela Urriola
Mika Baumeister
CIELO QUEBRADO 1
Tu voz
No pasará de ser un aguacero en mi pecho,
Fósil que hiberna
En un océano convulso
Una ausencia
Gigante
La herida
En la boca
De una caverna
Hay días
En que tu voz parece una roca
Aterida
A mi piel
En la imprecisión de la naturaleza
Siempre hay
Espacio para la espera
Cuando te pienso,
Me sumerjo en la palabra azul
Yo creí que se rendiría la noche,
Que las entrañas del poema
Esparcirían su luz
En nuestras vidas
Cuando se quebró el cielo
En nuestras miradas
Tu voz
Fue una espina en el vientre,
Y rotaba siguiendo la cresta del sol
Hasta la umbra del romero,
Allí se esparcía
Con la facilidad que se deslíe el beso
De una bienvenida
CIELO QUEBRADO 2
Amor,
Los juncos de mis piernas no sostienen
Mis sueños,
Se desploman,
Acompasados
Por la brisa
Y tu voz que se escapa
En la liquidez de mis venas
Y en la espera
Tanto polvo esparcido en mis cabellos
Tanto navegar
En soledad
Llover por dentro
Y resbalarme
En el vértigo
Solía recorrer el abismo de tu boca,
Acariciaba
Con suerte
Un murmullo de sueño,
Asfixiaba
La necesidad
De que sujetaras otros talles
Otras tierras
Hervía dentro de mí
La pócima de laurel
Para tus sienes
Precisé el silencio
Que palpita en una amapola,
En su ombligo seductor de ébano
Empecé a contar las horas del regreso
Hay tuercas dentro de mi alma
Que rechinan
Llenas de hollín
Y garabatos
Azules,
Deseosa de replicar aquellas tardes
Entre
Los pámpanos
De buganvilias
Recorrí
Descalza
Cada espina
En el abismo
De tu boca
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PEQUEÑO PARAÍSO
Dulce
Y amargo a la vez
Se muestra el norte, frente al pequeño caudal
Que esconde la montaña
Cuando bajan las lavanderas
Con sus bateas sinuosas
Acordonando cantos y plegarias
Y un poco de hambre de amor,
Como nosotros,
Todavía bullen los caracoles grises
Cuyos orígenes no supimos descifrar
Entre el fango y la sal;
Bajan los corderos a beber el sorbo
De vida
Que degollará la tarde,
Baja
El jilguerito pardo
Que adereza el nido
Con hebras de tillandsias
Y nostalgia
He dejado de contemplar las heridas
En mi vientre
Porque no volverán
Tus caricias
CLAVELES DEL AIRE
Fuimos esos claveles del aire que resisten a las llamas,
A los olvidos de los bosques,
A la timidez de la mañana.
Nos abrazamos en el vértigo
Seguros de besar inmortalidad
En cada vuelo
Fuimos la partícula atómica que nos salvaría de nuestras tragedias,
La horma del zapato perdido,
El cristal
Reventado
En la pupila
De otros
Nos encaminamos al fuego
Y las amazonas colgaban nuestros besos en sus mejillas,
Adiestramos la soledad
Con el arte que conoce
El musgo cultivado,
Oscilante en la raíz del aire,
Vértigo adentro
Cuando se desplomó
Una paloma
En la tarde gris
Humedecida por el viento,
Tu voz remontó
Quebrando el cielo
Era una paloma surcando el iris
De tus ojos,
Un estertor gigante
Atravesado
En la palabra otoño,
La perfección roja de una herida,
La cálida
Bienvenida
De la linfa
LA MUERTE DEL PADRE
Padre,
Eras una prisa asentada en la inmovilidad
De tus palabras.
Yo te pedía a gritos
Regresa
Regresa
Y tú me mirabas
Escarbando debajo de mis décadas
Hasta sumergir
La noche de tus ojos,
La miel de tus entrañas
Humanas y benditas
En la humedad de mi dolor,
Hasta llegar acariciando
Como todos los sábados
A la pequeña
Que era incapaz
De dominar
Su bicicleta
Verde
En aquel oasis
De un universo
Totalitario