Cinco poemas - Andrés Neuman
Ihor Malytskyi
DESPERTAR DE DOS PERROS QUE SE PARECEN MUCHO
Olemos el olor, olor bendito.
El mundo se nos abre a la nariz,
tan fruta de sí misma.
Si te huelo esa axila revoltosa,
atraviesa el bostezo
el eje de su aroma hiperrealista
y abro los ojos a este otro mundo
donde olor y dolor nos olfatean,
como perros siameses
que ladran nuestro nombre.
ABAJO Y PREGUNTANDO
La montaña
se abstiene
como una tortuga.
En su silencio cae
la nieve de la vista,
polvo óptico.
Esas nubes
que se cortan las venas
con los picos
acaso se parezcan a nosotros
antes de estar acá,
abajo y preguntando.
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FANTASMA DE LA LENGUA
Cuando se rompió el brazo de mi madre,
ya nunca fui capaz de pronunciar
el nombre de ese hueso.
Después de que operaran a mi padre
en aquel mediodía de cuchillos,
se me olvidó la parte intervenida.
Desde que mis amigos pierden órganos
y cruzan la frontera,
balbuceo al tratar de enumerarlos.
Ahora me sucede eso de ahí,
donde te lo señalo con el dedo
como un ruido lejano.
Iré extraviando así cada palabra
hasta quedar sin léxico ni cuerpo,
fantasma de la lengua,
puro yo nadie.
ARQUÍMEDES DOLIENTE
¿Cuánto dolor cabrá en el recipiente
de una sola persona?
¿Terminará volcado por exceso
o absorbiéndose al fondo
o bordeando el perímetro
del próximo temor?
GÉNESIS
Y el Papa dijo amén en la plaza vacía
y nadie respondió desde las nubes
y nadie se hizo carne en el espejo
porque todas las voces estaban bajo tierra
dulcemente acunadas por dejar de existir.
Y la Bolsa se hinchó como un pulmón
y contó las monedas del oxígeno
y desvió su aire hacia unas islas
amarradas al mar con puntos de sutura
donde sólo hay lagartos y excepciones.
Y todos los países fueron uno
pero más todavía cada cual
porque muchos debieron elegir
entre virus y panes y unos pocos guardaron
un trozo de futuro en la nevera.
Y los supermercados se poblaron
de animales en busca de animales
de clientes pastando en las praderas
de alcohol papel y plástico
y los guantes tecleaban el código del miedo.
Y cada sanatorio fue tormenta
y los techos llovieron y las puertas volaron
y el hilo de la vida se hizo nítido
y en los pasillos iba y venía la verdad
sin que nadie pudiera preguntarle.
Y todas las abuelas niñas vieron
con sus pieles de redes pescadoras
con los nudillos duros de memoria
con los ojos cegados de tanta lucidez
transformarse el derecho en aritmética.
Y la tecnología se hizo cuerpo
en quien ya la tenía y fue fantasma
para quienes tan sólo tenían cuerpo
y cantamos canciones de la tribu
y dijimos que nunca olvidaríamos.
Y muy pronto las voces nos quedamos calladas
en el lugar de siempre en los rincones
donde piensan las moscas en un limbo diabólico
que es frontera entre el canto y el silencio
entre el luto y la amnesia de estar vivos.