Añoranza
Abuelo era el único capaz
de domar huracanes,
los llamaba por su nombre
y como a un colibrí salvaje
les apretaba los ojos
hasta hacerlos
palidecer.
Abuelo conoció a abuela
y se enamoraron,
vivían en la calle 3
del barrio La Guacara
donde la muerte venía en bicicleta
a diario,
y ella se volvió pintora
para atraparlo todo
en un ojo.
Abuela murió en un hospital
por exceso de anestesia,
pero ella me habla
para que le ayude a pintar
pensando en el hermoso
esqueleto de abuelo
domando ciclones.
Abuelo me sentaba en sus rodillas,
y me contaba sobre abuela
cuando él debía atravesar
ríos turbulentos tras ella
y escapar de los tigres
montando árboles de miel de alacrán
como oruga-mago.
Abuelo fue culpable
de hacerme volar la mente,
y haberme dado esta manera
de extrapolarme fuera y dentro
con sus historias surreales
de hace un siglo.
Todo es culpa de abuelo calavera y mago,
mi Nono
el gran domador.