Cuerpos despoblados
1
Asomo la mano por ese hueco que queda entre la cara interna de tus muslos, con el miedo del gazapo recién nacido. Mientras, duermes, tendido boca abajo sobre las sábanas sucias de este piso de estudiantes. Cuento hasta tres, siguiendo el ritmo de tu espalda que asciende y desciende con ritmo constante, con el ritmo de la azada que separa las raíces de la tierra. Se hace relevante tu existencia, mientras contemplo tu cuerpo casi inerte medio desnudo.
(¿Y si ahora nacen flores y maleza de tu espalda? ¿y si se cubre tu cuerpo por la hierba como se cubre la tierra seca de los campos del pueblo cuando cae el río desde lo alto de la montaña en uno de esos inviernos raros?)
Y entre tus piernas, como si furtivo agarrara del árbol la fruta tierna, abro la mano tendida a la caricia.
Quizás, ahora cuando te despiertes no pienses más en este lechón asustado. Quizás, en cambio, pases tu mano sobre mi cuerpo, con el tino del hombre que pastorea los montes, con la caricia amable del hombre que ordeña a su rebaño.
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2
Y es que así, solamente al ver tu pelo alborotado, mojado por el calor de dos cuerpos en invierno, siento el terror ineludible de tu partida. Sufro la primavera entre las líneas de tu espalda. No quiero despertarte mientras te miro, como hacen las campanas de la ermita. Manso, dócil: no soy más que otro hombre desnudo que respira al mismo tiempo. Pero te observo. Por si acaso dices mi nombre, abres los ojos y te das la vuelta. Por si acaso decides habitarme.
Sé que quiero ser en este instante, existir contigo en este cuarto, repoblar los recodos de tu pecho, correr como sediento a una cascada. Quiero que seas conmigo en este instante, que existas conmigo en este cuarto. Sé refugio de este vientre sin vida, dame de beber como cordero herido entre el forraje.
3
Postergo la inevitable partida, como quien evita ser mojado bajo el agua. Si mientras te vistes de nuevo acercas mi pecho desnudo hacia tus brazos de hombre, será algo así como lo que hace el otoño con el verdor estival, que deja al árbol seco y hundido en sus entrañas. Algo así como un joven que desprecia y abandona sus raíces, tus manos clavan la despedida en mi espalda, con este cariño nuestro tan irresponsable.
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