En casa aún se oyen sus pasos
El polvo que habita la casa
es en su mayoría escamas humanas.
ÁNGELO NÉSTORE
Han pasado dos años desde que mi madre
acompañó a mi abuela hasta su nicho,
pero en casa aún se oyen sus pasos
hacia la cocina para hacerse un café
de madrugada, aún se escuchan los golpes
de su bastón camino del baño,
siguen retumbando sus aullidos
en las paredes mientras llega la ambulancia.
Su sitio del sofá sigue hundido,
sus batines siguen colgados
en la entrada de su habitación.
Su piel, convertida en polvo,
sigue habitando las esquinas de esta casa.