Un poema Javier Martín García
El barranco
y los prismáticos al cuello
—nos da seguridad, supongo,
tener más cerca lo invisible.
Sabernos en el campo visual de los cernícalos
es una lente
sustentada de perspectivas,
como un guijarro
que sueña altura y horizonte.
El barranco coloca pequeños corrimientos
en los oídos
de quienes dicen conocer la tierra.
Las flores nos huelen
porque hay un cauce de humedad que nos atraviesa.
Solo retenemos
(gotas gotas gotas)
el saber que todo se escurre.
El barranco dispone cuevas de los antiguos
como un mapa de los adentros.
Si no tiene rostro la bruma,
si la bruma no tiene edad,
sí posee el abrigo
de vivir a tientas.
El barranco
el color vértigo en reposo
y los prismáticos al cuello.