Tres poemas - Elizabeth Reinosa
El silencio de los maniquíes
(Fábrica abandonada de Chetumal)
Las voces grabadas en el escombro
han aprendido a (des)armar el cuerpo.
La Mujer de Vitruvio con los brazos caídos.
Estudiemos las proporciones como si calculáramos el área de una plantación de
tulipanes.
Esa flor se sostiene, apenas, sobre su delgado cuello.
Tan roja, dicen,
que es imposible sostenerle la mirada.
Una figura mutilada sobre la mente en blanco:
(No es un hombre,
imposible traducir el miedo de esa espiga frente a la cuchilla).
El comienzo de los genitales marca la mitad
del cuerpo. Acércate al ombligo para que descubras el misterio, el chiste
el juego de esas máscaras.
Hace veinte años todos entraban a la fábrica, felices
de cercenar cabezas
y ubicar el resto de las partes en el puzle:
las orejas no podían guardar todas las voces
ni los brazos abrazar ni los pies correr
al salto de agua donde comenzaba el bosque.
Acércate a la boca:
las palabras son insectos sonámbulos que lo saben todo.
Aprieta la cintura, estira el torso y los pezones.
Bajo el foco de las miradas
el cuerpo gira. Nadie piensa
en su función de caja
¿qué podría contener esa línea que oscila en la mente en blanco?
Un brazo /un ala. El pie en puntillas
a punto de iniciar el baile.
La Mujer de Vitruvio parece levitar.
Hace veinte años, en medio del sonido de las máquinas
cuántos ojos se empañaron para siempre…
Nada más que corcho y plástico, y la melena de los caballos salvajes.
Las manos que unen las piezas son tan puras como el alba.
Las mujeres de carne armando su propio espejo, el molde
en el que deberán sumergirse cada día
como si entraran desnudas
a un lago.
Publicidad
Máscara de Mona Lisa ahogada en la pared o los lirios del Lerma tienen la respiración cortada
I
(Recibir una noticia. Toluca, 2021)
Un desayuno con las cabezas de los lirios saliendo, del Lerma, de la radio en una voz ronca:
impiden el paso de la luz refugio de mosquitos/caracoles dificultad para lanzar las redes.
Adelante las picadoras de lirios para descubrir el espejo del agua todo limpio doce kilómetros
abajo las semillas vuelven a germinar.
Las cabezas azules, me digo, una analogía, una premonición que es como un viaje en el tiempo.
II
(Un maniquí conocido como Anne. París, año desc.)
Un cuerpo devorando a otro.
El río Sena con su boca abierta y la muchacha
desconocida
entrando.
Era de mediodía o de noche.
El agua gritaba o sonreía
como una madre con los dos brazos abiertos.
Ningún bote en la orilla.
Ninguna mancha de pez en la superficie.
III
(Como diciendo: será un día cálido del otro lado del mundo. Toluca, 2021)
La voz no se estremece, quizás los lirios que salen a libar oxígeno de noche. La voz de la radio,
la de los periódicos, voz de boca en boca sobre los puentes y a través del río:
Flotaba en las aguas negras (el cabello y su oleaje contra la invasión del lirio). No presentaba
lesiones de arma blanca ni de fuego.
¡Qué alivio! Así tendida sus golpes violetas solo parecerán botones despuntando.
La vida del lirio (jacinto de agua, camalote, flor de bora) puede ser de dos años, si no la cortan.
IV
(simulacro: reanimación cardiopulmonar en un maniquí conocido como Anne. París, año desc.)
¿A qué hora se rompió el espejo
y comenzó a succionar?
Alguien diría un nacimiento inverso.
La muchacha, desnuda
como un huevo
rompiéndose contra las piedras del fondo.
¿Dejó su nombre en la orilla?
Virginia, Ofelia, Guadalupe.
¿Sonreía cuando la sacaron?
V
(Toluca, 2021)
Una trituradora pero no hay lirios Una isla de flores moradas una invasión acaso las voces
escupieron y llenaron el fondo de semillas.
Una comparación siempre limita, pienso, y puede ser una sentencia:
dificultad para usar anzuelos disminuyen el plancton y los peces locos de hambre la luz se queda
en la sabana verde.
¿Qué sentido tiene comparar cabezas, si la alegría de cortarlas no es la misma?
Se desconocen las causas. Esa voz queda suspendida en el aire mientras yo le pongo
signos de interrogación.
VI
(París, año desc.)
Cuánto asombro, cuánta intriga. Comentarios:
Esta no es la cara de una persona muerta.
Es muy difícil mantener una sonrisa mientras se toma un molde.
La cabeza anónima en un maniquí rescatado de la muerte.
Primeros auxilios y un beso en la boca más besada de la historia.
Qué divertido pararse frente a la máscara de esa Mona Lisa ahogada
y preguntarle si entró sola al río
y en qué se parece el río Sena al Lerma.
Las máquinas de coser cantan como las cigarras
(Fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co. 1911)
Un coro mecánico en los salones de costura.
Un zumbido eléctrico que se refleja en los cristales.
La primavera promete
un verano más intenso
pero los cuerpos cansados no lo saben
hunden las manos en las montañas
de algodón, qué calido el roce
de esas telas. Plumas.
¿Quién dijo cenizas para cubrir los pechos?
¿Quién habló de antorchas?
Las cigarras con sus timbales metálicos
muerden y muerden las telas y los dedos.
Las voces de las mujeres flotan en los salones
o se quedan en la garganta, absortas
por el ruido.
La primavera comenzó hace cuatro días
pero los pájaros no han cantado
y las flores no quieren abrirse.
La furia del verano
duerme en esos bosques de tela.
El horror del fuego en la colilla encendida:
un descuido que advierten solo las cigarras
concentradas en su labor de costura y estridencia.
La premonición de las brasas ya está en el aire
y se mece con las voces
y se enreda en los hilos y en las piernas
pero nadie logra verla.
Dentro de cada mujer el modelo de la blusa blanca, con botones.
Qué finos los pliegues de los puños,
qué estrecha la cintura para caminar erguidas por las calles.
El fuego estalla como el botón de la sanguinaria
y azota el aire.
Con qué fuerza rugen las máquinas
Con qué rapidez se encienden las telas y los cabellos.
Qué pasará
después de que los cristales estallen
después del abrazo de dos cuerpos antes de saltar por la ventana.
Que nadie compare a esas mujeres con las ninfas
regresando a la tierra.
También puedes compartir este texto