Guido

Jason Richard

Sucede que Ortiz, durante sus años de más pobreza y locura, también tuvo una revista literaria. Se publicaba en papel; era robusta, finísima, nadie en su sano juicio se atrevió a leerla nunca y desde su primer número quedó impresa y solitaria en la biblioteca de su editor, mi bisabuelo, Aquilino Queretz, quien noche tras noche leía textos misceláneos y los poemas de muerte que le llegaban por correo postal. El nombre de la revista no perduró en el tiempo, se perdió en el incendio, las inundaciones, en El Hambre, y pasó a la historia como una sombra de libro. Según he escuchado, mi bisabuelo la publicaba solo, absolutamente solo sí porque sí, en una habitación secreta que tenía en un campo lejos de su casa. Pensaba que la literatura es un oficio nocturno, privado, porque no se puede leer al mismo tiempo con otro, realmente adentro del otro, y la presencia, inclusive la respiración de otra persona, lo importunaba. Mi bisabuelo falleció, falleció la revista, falleció Ortiz, fallecieron aquellos tiempos y aún hoy me persiguen los cauces de esa historia.

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Pero esto no es sobre la historia de mi familia. Es sobre mi amigo. Ya son dos años de Casapaís y no concibo la vida sin Guido. Él es Casapaís así como lo soy yo, su conocimiento fundamenta la revista y fluye entre los textos que leemos y escogemos con rigor. Sin él la revista no existiría tal y como es, no habríamos sobrevivido (y vivido largamente) dos años enteros leyendo y leyendo como absurdos, cada tres meses publicando lo mejor que leíamos, creando una ventana única para la literatura en lengua española. Eso quisimos y aquí está y permanece, permanecerá. Casapaís, La danza de todo (porque todo danza en este mundo), en su primera parte, pensada por los dos, Casapaís conceptualizada desde lo digital y lo tangible, desde Uruguay y Francia como si el atlántico fuese una mínima gota de agua. No nos conocemos aún, no hemos podido, pero cómo nos conocemos y cómo hablamos, amigo.

El bisabuelo Aquilino Queretz estaba equivocado: nada es absoluto sí porque sí, el oficio de la literatura no es privado sino público y abierto y solar y difícil, siempre se lee adentro del otro y no hay nada más humano y libre que una gran respiración en la cercanía. Su soledad fundamentó el rompimiento de la revista, quizás de Ortiz en general; la soledad es la última forma del incendio y la inundación. En este mundo de seres solos lo mejor es caminar hacia adelante con gente como Guido, amigo, con vos, Guido Fittipaldi, que sabés mucho y quieres mucho a los libros y a la literatura como nunca antes había visto un amor en la cara de la tierra.

Jan Queretz

Jan Queretz (Caracas, Venezuela, 1991). Escritor venezolano. Cursó estudios de filosofía en Caracas. De 2012 a 2017 trabajó como profesor de literatura. Escribe la columna Literatura Viva en The Wynwood Times. Ha escrito una novela, Nuestra Tierra tan Pobre, inédita. Fue seleccionado para formar parte de la antología poética “Artesanía de la piel”, de la revista española “Altavoz Cultural”. Quedó finalista en el tercer premio de crónica literaria “Lo mejor de Nos” en Venezuela.  Ha publicado en distintas revistas en México y España. Dirige la revista Casapaís. 



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