Seis poemas - Félix Moyano
Semántica
Mi madre abraza con sus manos a la muerte.
Tal vez haya un sintagma que describa
con imparcialidad el escenario.
Conecto mi webcam y puedo ver,
al otro lado,
los ojos de la muerte en los ojos de mi padre.
Inestable es la conexión que nos permite
efectuar la llamada.
Tal vez exista en nuestro idioma una palabra
que describa el horror tal y como es.
Plegaria
Atravesar la espera solos es doloroso.
Todo el mundo sabe que hay que rezar.
Eso es algo que sabe todo el mundo.
Rozar la plenitud, a través del cristal,
quedarse cerca, al borde del reencuentro.
Al cabo es solo uno el precepto a cumplir:
no tener miedo a amar
lo que nosotros mismos hemos engendrado.
Explicaciones no pedidas
Mi madre siempre dice que hay una flecha ardiendo
clavada muy profunda, aquí, en mi pecho.
Clavada, —insiste—, ardiendo
en el centro de mi corazón.
Me dice que le pida a Dios ayuda
o que, a unas malas, visite a algún psicólogo.
Yo le miro a los ojos, mientras trago saliva
y pienso en contestarle:
¿y para qué, mamá? Si nacemos mordidos
por la muerte.
The End
Contemplo ahora las cosas desde arriba.
Ha pasado ya tiempo y la tierra
ni siquiera es igual.
Los árboles cayeron, nadie los escuchó,
pero yo sí he notado esa carencia
aquí, desde lo alto.
Espero todavía a que llegue la hora
y entre tanto nos digo, nos repito:
nadie podrá quitarnos la ilusión
de que hemos existido.
El pájaro
Ardiendo en la mañana me despierto
con el ruido de un pájaro que muy firme atraviesa
mi costado. Con su canto punzante
deja una herida abierta en mi esternón,
aletea y remueve sobre la piel la sangre
con un trazo marcado digno de algún pintor
expresionista. Aletea y remueve:
ardiendo en la mañana. Me despierto
sangrando y con temblores, repleto de sudor,
pero tú mira el pájaro, ¡qué lindo!
¡Qué bello el dulce pájaro y su canto!
Ritos
Mi padre nos enseñó a rezar antes que a vestirnos.
comprendí la razón años más tarde.
Aprendimos a guardar los deseos
en un puño: la adecuada sentencia
solo dicha con los ojos cerrados.
¿Quién puede asegurarnos que Dios
conoce nuestro idioma?
Pedíamos, tranquilos, de rodillas,
que la herida se fuera poco a poco
hasta extinguirse,
que no doliera, no. Que no doliera.
Para eso daba igual estar vestidos.
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