Un poema de Ainhoa Trueba
Una empieza a arrancar confesiones y de repente…
El sueño pesa.
El cuerpo no aguanta otro exilio.
Los rastros de agua de la piel rezan por no extinguirse.
Yo no quería sueños, sino vida, y me digo:
me falta poco para ahogarme.
En este gran jardín desierto, dime,
¿qué te seduce de todo aquello?
El desprecio.
La trágica futilidad del día.
Dime, ¿quién no sufre hoy rítmicamente?