Antiphona
La estrella primera, sagrada, maldita
fue herida de muerte
su sangre que es fuego, su sangre que es planta
colma cada valle de tu cuerpo y de tus tierras.
Ella que fuera la espada de la mañana
la cortante amenaza que divide la sombra
la voluntad ardiente
contenida apenas en un pecho de colibrí
en eclosión furiosa por seguir existiendo
en el exquisito tallo del llantén
por donde corren los ríos invisibles
en el sangriento cáliz del copihue
donde cada raíz lleva su agua y sus peces
que son como estrellas en cada pupila
como claros estanques tropicales
en los que me reparto
la inconsciencia, la ciencia y la esencia
como hermanas tendidas en pasto
apostando quizás una última vez
en rondas violetas me envían
sonidos y signos desde el futuro
la red infinita abrazando mis pasos
seguirá habitando este lecho,
mientras,
donde existo
tres veces me cabe el cielo en la palma
tres veces despierto
y florecen tres mundos.