Tras la puerta
Sé que la pureza no da frutos,
las vírgenes no alumbran criaturas
Ana Blandiana, El talón vulnerable
La perfección es terrible,
no puede tener hijos
Silvia Plath, Los maniquíes de Munich
DRAMATIS PERSONAE
ROSA, vieja y madre
JAZMÍN, adolescente y virgen
VERÓNICA, joven y experimentada
Tres mujeres, una puerta. Llevan puestos vestidos de doncella que, aunque sencillos, son lo suficientemente sofisticados como para hacer ver que ese día se ha celebrado una boda. Rosa tricota unos patucos con lana gruesa y dos agujas largas. Verónica realiza los mismos movimientos mecánicos para calmar la ansiedad, pero ella no teje: tiene entre las manos dos tijeras de bordar muy finas y ornamentadas que entrechoca rítmicamente.
ROSA: (A Jazmín.) Niña, para quieta de una vez. Y tú (por Verónica.) te vas a acabar haciendo daño.
JAZMÍN, que había estado dando saltitos de aquí para allá como una niña que se aburre, obedece. Quieta y en silencio, comienza a quitarse la diadema, las horquillas y todo aquello que sujetaba su peinado. No tarda en volver a aburrirse, necesita sacar un tema de conversación.
JAZMÍN: ¿Os ha parecido que la reina estaba bien? (Silencio.) ¡Vamos, dadme un poco de conversación por lo menos! Estoy nerviosísima y odio, detesto, esperar. (Silencio.) Verónica, ¿tú la has visto bien?
VERÓNICA: (Sigue entrechocando sus tijeras, nerviosa.) No lo sé. Por primera vez en mi vida no lo tengo claro.
JAZMÍN: Es lógico que esté nerviosa. ¿No es verdad? No yo. La reina. (A Rosa.) ¿Tú no te sentiste así en tu noche de bodas? No en tu boda, después, cuando todos se habían ido y cerraste la puerta de vuestro dormitorio.
ROSA: Eso fue diferente. Yo estaba tranquila. Las que no estamos destinadas a llevar una corona podemos adelantar el día siempre que sea a escondidas. (Silencio.) No me seas remilgada, Jazmín. Además, el destino del reino no dependía de que yo engendrara.
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JAZMÍN: Yo quiero llegar nerviosa al lecho nupcial. Debe ser precioso. Una cama deja de ser cama y se convierte en lecho nupcial. Con las sábanas limpias, un dosel cerrado… Y dentro dos cuerpos calientes que ni siquiera saben lo que están haciendo.
VERÓNICA: No soporto que seas así de pomposa. Las vírgenes siempre habláis así. El sexo es sucio, sucio y animal. Esos dos cuerpos calientes que romantizas tontamente son los de dos animales que revisten su vergüenza de telas, palabras y sentimientos. Pero no, siguen oliendo a los animales que son.
JAZMÍN: (Ya despeinada, se ha vuelto a levantar mientras Verónica hablaba y ha pegado la oreja a la puerta.) El príncipe…
ROSA: Nuestro rey.
JAZMÍN: ¡Shh! (Se corrige.) Nuestro rey está hablándole. No le entiendo: susurra. Es adorable. Creo que ella sonríe bajito. Como si le estuviera haciendo cosquillas en el oído.