Desdoblamiento

Devoción y violencia partitura de tiempo devenir mi mano sobre tu sien santificándote mi mano repitiendo una plegaria sagrada invisible sobre tu rostro oleoso residuo de ideas superficie de tu ser símbolo generacional Ezequiel tu rostro es una estela fluvial sempiterna tu rostro es el rostro de tu padre y de tu madre y de sus padres y sus madres y sus padres y sus madres Ezequiel tu rostro viene desde los inicios del tiempo desde el lugar inimaginable del origen y el torrente sanguíneo te vincula con el principio del verbo en que nada existía y a la vez todo sin nomenclatura en que estábamos rendidos a la despalabra y a la materia oculta que nos habita en el hambre hostil de nuestra carne y nuestra memoria porque estamos aquí y permaneceremos en el tiempo en la trascendencia universal libre de todo fallo porque el error no existe solo la dirección intuitiva el parámetro acústico las raíces de todo terreno y los fósiles dentro de las rocas porque esta roca ha permanecido sobre la misma esperma solar el zumbido de la abeja y la ilusión óptica los rayos ultravioleta la pelusa que viaja ínfima en la eternidad porque la finitud no existe o eso pienso hoy en que descubrí que vienes de hace siglos y tu rostro es el rostro que has heredado de rostro en rostro de nacimientos y muertes con todos los ocasos y el escurrir temporal el vórtice de tu ombligo el espiral de la vía láctea las escalas de magnitud hidrógeno helio y polvo la repercusión de la materia invisible la onda el estallido el embudo de sonido la caracola marina el vórtice de tu oreja la divina proporción áurea el movimiento magnético de los planetas la misma figura el recorrido constante repetitivo pero no idéntico porque el desplazamiento no retorna no vuelve jamás al mismo lugar con la punta de mi lengua bordeo tu sombra que se desliza en las paredes y mi saliva permea eternamente el frisado y el aliento suave que mueve las hojas de los árboles frenéticas en la lentitud del tiempo que no es contado ni medido en el espíritu foráneo que ya no es antropocéntrico en el despojo absoluto de las fuerzas y solo lo divino puede advertirnos dónde se esconden las llaves y en qué lengua habla dios en el cálculo en la astronomía en el verso fierro textil forjado ondulado como tu sombra sobre las paredes y la risa y la espuma cuando te cepillas que se hunde en el lavamanos y me miras a través del espejo y mi pie pisa el tuyo y me tropiezo y siento el agua fría correr por el grifo cómo corre tantas distancias y a qué velocidades para evaporarse lavas tu rostro con la nube que se ha derretido sobre nosotros y que riega el mango y el limón y todas las frutas que manchan la piel y comprendo cómo la picardía oscura de tus ojos dilatan el ahogo el grito la secuela el pozo enorme nido de ático que atienden a mis palabras confusas al riesgo de existir y a la manera en que lloro en tu mueble y en tu cama sintiéndome tibia y escuchada y el borde del macizo y las terrazas y abismos disminuyen me oyes entonces como si profesara una palabra antigua que ha viajado en barcas y a lo largo de muchas vidas para encontrarse con la tuya y así me oyes porque me confieso un humo eterno pulmones negros vaporosos compulsivos del aire obsesionados con estar vivos y sabes que lo observo todo minuciosamente y aunque te da miedo que halle respuestas ya las tenía entre mis manos porque lo observo todo minuciosamente minuciosamente y todo lo ato porque mi pensamiento va más rápido que mi lengua y en la multitud soy suicida porque no soporto la revisión la cacería y me siento frágil y lo sabes todas nuestras grietas son ventanas en las cuales asomamos con pudor porque la muerte está ahí adentro profunda pero no escondida que aguarda junto a la imagen que tenemos de nosotros mismos en el pasado y en el relato con que nos hemos construido María niña enamorada en el aeropuerto de un niño que limpiaba zapatos y María niña con noventa y seis peces biología marina piscicultura el llanto el rezo fervoroso hasta los once años cuando empezó la sospecha el reclamo dios eres tú acaso puedes oírme y aquellas figuras a las que le hablaba por las noches y María niña enterrando a su conejo blanco sudando con el rostro lleno de tierra vestida de azul en el patio de la gran casa del hogar con olor a baúl de cuero y magnolia la madera inflamada por la lluvia los ácaros flotando el rayo de luz entre las rejas azules y el encaje y las lámparas góticas de bronce y todo el algodón es un símbolo nuevamente y cerramos los ojos en las mercerías y tocamos todas las telas y cintas las gamuzas y caminamos entre la gente y tocamos sus cuerpos calientes sus manos ásperas mi cabeza sobre tu hombro tantas veces puedo romperme sin odiarlo porque harás café y tiendes y agarro tu mano y nos escondemos bajo la cama o en el armario y nos sumergimos en la negrura y tus clavículas son la apertura de alas de algún pájaro y los huesos de tu cadera un cofre de animalejos cenizos nocturnos el vuelo es en la más pura ausencia de luz en el espacio intermedio entre un cuerpo astral y otro en que el ojo humano ardería por captar las radiaciones el rayo la dureza la membrana protegida tan cercana a nuestra memoria y me pregunto si volamos o navegamos y bajo las tablas del parqué habrá un océano quizás y el más insensato frío el cuerpo que no se siente a sí mismo nuevamente y en medio del agua el octópodo la anémona las membranas móviles los dientes los animales de encía y escama la fobia la tripofobia el terror a no lograr nunca nada el terror al paso del tiempo repetir pero no de manera intacta porque el recuerdo es una interpretación y no el hecho en sí mismo porque estamos viviendo el pasado y me aturde y me ahogo en la penumbra y mi pecho se contrae y se expande rápidamente te agarro del pie para que nademos cerca pero cierras los ojos y te desprendes de toda idea y todo pensamiento y lo abandonamos todo porque podemos respirar adentro bajo el agua aquí en la lejanía absoluta en la pérdida del recuerdo inertes en el lugar en que prescindimos de toda palabra y en que el olvido es la muerte simbólica del mundo vientre en que gestamos nuevamente como peces grises en lo más profundo del océano 

Publicidad

María Alejandra Colmenares León

María Alejandra Colmenares León (Caracas, Venezuela, 1996). Es tesista de pregrado de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Ha sido publicada en Liberoamericanas, poetas contemporáneas (Editorial Liberoamérica, 2018 Argentina y 2019 España), en Todas las mujeres —fulanas y menganas— (Editorial Funcionarte, 2018 Estados Unidos), figura entre los semifinalistas publicados en el V Concurso Rafael Cadenas (2020, La Poeteca). Ganó el primer lugar en el concurso de poesía Physis del CEL-UCAB. Diplomada en Edición, por la Cámara Venezolana del Libro y la Universidad Central de Venezuela.

https://www.instagram.com/colmenasyleones/
Anterior
Anterior

José Feria - Poesía

Siguiente
Siguiente

Kelvin Durán - Poesía