Amoramoramor

Y pasan los meses y el planeta se desplaza hacia un ritmo (no importa cuál, sólo eso) y ha cambiado todo y todo sigue cambiando rápidamente, lentamente, a cualquier velocidad. Para bien, esta vez, hacia la luz, lejos, muy lejos de la sombra; pisar el suelo quemado fue solo un mal sueño. Amoramoramor, así te digo, cuando caigo dormido y escucho tu respiración, como un río, unida al brazo que me dicta el ritmo del aire, arriba abajo, inspira, rompe la exhalación, sube y baja de nuevo y no cae, se queda meditando entre el techo y la cama sin decir una sola palabra, como si en ese sueño se expandieran todos los demás sueños. Y es todo vida ese sueño (no importa cuál, solo eso), todo encuentro, es el brazo respiración como una luz amable que se transforma en una conversación, en un cangrejito de ojos brillantes. Y estás (no importa dónde, solo eso). Con la mañana que irrumpe, te devienes en un río gracioso. Es retozar en la cama, es estar allí, quedarnos (porque allí también hay movimiento, grandes paisajes ingleses, una cama de hotel con desayuno incluido, el África toda contenida en una cama para dos y en una sopa de mango verde), es intentar levantarnos y no poder casi nunca, celebrar con vítores cuando pasa, decir bien y sonreír porque hemos podido lograr algo, decir siempre amoramoramor, las palabras juntas, porque solo así se puede decir, con un lenguaje nuevo, renovado, que no exista fuera del ámbito donde pertenecemos. Decirlo siempre, como un juego constante, como si constantemente estuviéramos libres de toda responsabilidad y yo disfrutara mis libros y tú tus películas, todo el día, juntos, uno al lado del otro, en silencio compartido, como se comparte este hilo vital que aún no se quiebra. Estoy absolutamente conmovido. Dentro de mí se expanden ondas, son puntos de luz que chocan contra las paredes de mi cuerpo y difunden su claridad hacia rincones desconocidos y me calman, me renuevan. Es una explosión silenciosa. Sucede cuando comemos juntos, cuando jugamos con los gatos, cuando al salir por la puerta vuelves como si nunca te hubieras ido, cuando me tomas de la mano y no tenemos miedo de nada ni de nadie. Me has ayudado a salvar Casapaís. Has estado, has preguntado sobre ella, me has regalado tiempo para hacerla. No es poco, después de tanto.  Casapaís fue creada para ser compartida como un regalo, para que forme parte de la historia literaria de una lengua, la historia de puro amoramoramor. Antes no podía (no importa cuándo, solo eso), me pesaba mucho la idea, Casapaís pesa cien toneladas. Ahora pesa más pero estás (no importa dónde, solo eso) y eso aligera la carga. La vida oculta, dicen. Sí, exacto. La vida oculta. Gracias por descubrirme la vida oculta que se ocultaba detrás de mi vida (no importa cuál, solo eso). Después de todo, si para algo he nacido es para vivir este momento contigo (no importa cuál, solo eso, no importa cuál, solo eso). 

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Jan Queretz

Jan Queretz (Caracas, Venezuela, 1991). Escritor venezolano. Cursó estudios de filosofía en Caracas. De 2012 a 2017 trabajó como profesor de literatura. Escribe la columna Literatura Viva en The Wynwood Times. Ha escrito una novela, Nuestra Tierra tan Pobre, inédita. Fue seleccionado para formar parte de la antología poética “Artesanía de la piel”, de la revista española “Altavoz Cultural”. Quedó finalista en el tercer premio de crónica literaria “Lo mejor de Nos” en Venezuela.  Ha publicado en distintas revistas en México y España. Dirige la revista Casapaís. 



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