Cuatro poemas de Álvaro Cruzado
Bostezo
En mitad de la cama
y en mitad de un bostezo
arrastrado desde el desayuno
durante un tiempo pequeñito,
que aún así no tengo, soñé
que conservabas mi cabeza
en un jarrón transparente sin flores:
aislando mis ideas
germinándolas en tu dirección
haciéndome raíz inalámbrica.
Quitabas el polvo severa
con un paño horrible
y lo noté: era tuya,
un trofeo de cariño portátil,
el resumen de un amor deshecho.
Ocurrió cuatro días seguidos.
Al quinto,
igual que decides nadar
lo más lejos posible de la orilla
sin saber muy bien la razón,
no me tumbé e impedí que existiera
el bostezo, el sueño (tú otra vez),
pero es imposible evadir
algo que está tan al fondo,
que es pura fuerza sin diseño:
una corriente que nos remueve.
El mundo es diferente
después de soñar
porque las palabras y los significados
se han movido.
La vida gotea por ahí a veces.
Después cierras los ojos
y estás dentro de nuevo:
se alza la oscuridad y te veo,
has llenado el jarrón de peces
que me mordisquean las pestañas.
Ya no puedes deshacer tus movimientos.
Un sonido crece al fondo
cada vez más alto.
Entonces te despiertas
es de día y el cielo de invierno
me asfixia y yo sigo sin poder salvarme.
Hogar
a Carlos y Antonio
En esta limpia noche de verano
se cierra una casualidad,
la de dos personas que se tropiezan
en un vagón de metro de la línea cuatro.
En ese instante, mientras
el invierno codiciaba las calles,
se abrió la puerta exacta
que os devolvía a los ojos del otro;
así accedisteis al destino:
las estaciones se perdían
para extender el tiempo
que se agitaba con cada pregunta.
Conforme te atraviesa lo que sientes,
y ocupa con facilidad las horas,
comprendes por qué respiras distinto,
por eso intuisteis quiénes erais,
no por el primer beso sino porque,
aunque continuaban los días,
ya era febrero para siempre
y donde el tiempo se interrumpe
la mirada y el cariño continúan.
Cuando crecieron ese año las flores
la ciudad brillaba en la cercanía
de tener ambos el mismo deseo:
llegaron las caricias,
las conversaciones incómodas,
las citas de fin de semana,
las búsquedas, los sueños en común,
en medio apareció San Sebastián
como un enclave oculto de la historia
y se llenaron de luz las palabras
y el futuro se abrió sin límites.
Se asienta en vuestras manos el hogar
que se expande hasta ser refugio,
un sitio en el que los demás
nos encontramos tranquilos y libres.
Quizá la vida es eso:
entregar a otra persona un amor
tranquilo y libre.
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Armonía de las esferas
Un brillo me detiene
para agrietar un planeta en mis ojos
y no sucede nada,
el sol aguanta en el mismo lugar,
el futuro comparece a su ritmo,
yo cazo una pista invisible.
Es así vivir en el miedo:
no saber si todo se ha derrumbado
porque es nuestro amor aún la medida,
porque siguen conmigo tus deseos
cargando el paisaje de partes,
residuos, restos de tu corazón.
Me gustaría confrontar tu muerte
desconchar las paredes
moldear mis ojos a golpes
y lo intento y es inútil
persiste la felicidad en la
memoria porque retiene el amor
y me muestra imágenes tan perfectas
que llenan de violencia lo que soy.
19 de octubre de 2020. Crucigrama
Si mañana tuviera que responder
un acertijo o un crucigrama
me preguntaría si resiste el sol.
Si no resiste o si tendiera
a lo más simple:
a línea recta, punto, sonido
huracán, líquido, ala delta,
desierto, precipicio, viento
busco quizás una palabra
que no se comporta como antes.
Algo se me ha escapado
lo nuestro nunca es nuestro.
Los cambios se producen de dos formas:
a través del impacto,
de la fuerza imparable,
se tensiona el significado
sobre ejes involuntarios:
la vida en su desorden pleno
o a través de lo cotidiano
del goteo constante
en espacios mordidos.
A veinte minutos de mañana
no tengo una respuesta.
A veces es imposible elegir
ser inmunes a un idioma que arrastra,
un cartel dice: el fondo
del mar lo oscurece el sol
otro expresa y se aleja:
los golpes son como la calidez
una jerarquía inmediata.
Sin conclusión alguna
pero lo escribo aquí
por si alguien puede
por mí mañana