Pensamientos

Engin Akyurt

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El joven padre miró a la hija pequeña con detenida ternura y ella, años después, recordó que, en voz baja, muy suave, le había dicho: «Nos fuimos a tiempo de países donde con frecuencia se organizan pogromos contra nuestra gente. Has nacido en uno distinto al de las viejas tinieblas, un lugar de días luminosos. Los pájaros se distinguen en su vuelo, a primera hora, como claras letras del alfabeto».

Hilos hacendosos perdidos hace rato en imperdonable negligencia. 

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Un libro se abraza al otro, comentó oronda a sus amigos la escritora prolífica. 

 

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Un poeta de noble verso alivia enormes penurias cuando el frío histórico castiga.

 

Una aguja de oro no se da abasto cosiendo los vestidos rotos del país.

 

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Sarita tenía los dientes al igual que uvas menudas y amarillas. Eso la ayudó a cosechar considerable simpatía en la librería donde fuese dependienta durante muchos años. Con el transcurso del tiempo algunos de sus dientes comenzaron a aflojarse. Ella tuvo cuidado que ninguno cayera sobre la tabla del mostrador sino encima de las páginas de alguna novela para la venta. Los lectores quedaron complacidos de tener a mano como marcador del libro comprado una pequeña muela o colmillo desprendidos de la boca de Sarita. 

 

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La lluvia en el trópico se larga cuando menos se espera sin dar tiempo para dejarse aconsejar por juiciosos paraguas.

 

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La tan despreciable carne humana, otro engaño atroz de flor perecedera, en subasta continua dentro de las repetidas guerras del mundo. Sin embargo, vuelta luz, arrebatadora aria de ópera cuando se enamora.

 

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Era un escritor de dos estilos. Uno para el día y otro para la noche. La risa la dejaba para el día, el llanto para la noche.

 

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A algunos sargentones, prevalidos de sus botas de altas cañas, les encanta dar puntapiés a la historia. Aquí y en Pekín.

 

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¿En la añoranza por los escritorios antiguos alguien sigue evocando la escena en que, súbitamente, al abrirse uno de sus cajones se nos recuerda la oreja de algún monstruo en una película de terror infantil?

Los sueños de algunos poetas suelen ser sus ahorros nocturnos más fidedignos.

 

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Nubes que se deslizan en el tapiz azul del cielo en lento correo de blancos sobres epistolares que nunca termina por llegar a los viandantes.

 

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El cartero no llama dos veces.

 

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El error nocturno de los sueños convierte a familiares y amigos muy queridos en la fauna de un zoológico borgiano.

 

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Próximas a una esquina las ramas de un árbol se mueven afablemente como un hombre robusto cubierto por levita verde en cortés reverencia ante la presencia de un amigo.

 

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La poesía, alto rezo de la inteligencia, en medio de la desolación de un país.

 

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Me mantengo algo apartada de los que con porfiado empeño cuchichean, fuman y aceptan los tragos en un salón muy iluminado. Por fortuna no soy la anfitriona. Los allí reunidos parecen reconocerme de algo. No falta quien me salude con esmero. A la vez creo recordar el dejo juvenil en algunas de las voces. El salón se oscurece, todo se difumina en unos segundos sin dar tiempo para que nadie se aproxime. Las briznas del sueño me han llevado casi a alternar con invitados no disponibles.

 

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La historia no siempre es buena lexicógrafa.

 

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Atentos a que la llama de la escritura se mantenga y siga en nosotros, en medio de la adversidad que siempre va de gafas oscuras.

 

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Alida no deja de salir todos los días para hacer su caminata mañanera. A veces coincide con los cachorros del sector que acuden a realizar un paseo matutino asistidos de la correa de matronas afables. El ladrido de los caninos la saluda como alegres campanas que celebran una boda de pobres. Quizá la reconocen como uno de los suyos. 

 

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Las mujeres que pasan horas en la peluquería en esmero por hacerse rubias platino aletea el deseo por un destino de menor frustración, obsequio de carroza dorada para el ceniciento corazón.

 

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El olvido es visitante de labios sellados, como la cerradura de una caja fuerte. A su chaqueta agujereada no la remiendan la aguja de esa hábil modista que son los recuerdos ni, tampoco, el sollozo de sus más allegados.

 

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Una de estas últimas noches, Mirtha ha soñado haber cometido no sé qué asesinato y, un cerrajero muy servicial era su cómplice. Días después al toparse en una pequeña oficina bancaria con el cerrajero de su pesadilla, no otro que el del barrio, le pareció lo más natural que la ignorase y con cara de pocos amigos viera en ella, además de una clienta morosa en los pagos, la autora de un crimen.

 

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Acaso a uno de ellos le llegó a otear en la gráfica de un periódico de los que circularon durante su infancia. Vestían de paño oscuro como en muda señal de duelo por un país al mando de tiranos que tenían al país en un puño. Enlutados caballeros. Al unísono, conspicuos Académicos de la Lengua. Durante largos años hubo quien logró quedar al servicio de hombres desalmados para escabullirse un buen rato de una selva sin remedio. Tiempo que a cualquiera le fue dable medir gracias a la longitud de los paltós levitas de los caballeros favorecidos. No faltó el que regresara con una sonrisa donde creyó retener la luz de días melodiosos pasados en alguna ciudad mediterránea.

 

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Sí, mi general en jefe.

 

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Duro ártico de los trópicos de grandes penachos negros.

 

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El plácido cotilleo de las plantas no es solo accesible al jardinero veterano en su oficio. Lo es también para algunos poetas en la voluntad de atender vergeles.

 

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Las pesadillas insultan, increpan, amenazan como si fuesen nuestros más próximos parientes.

 

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Felices los países donde solo chirrían las cadenas de los fantasmas.

 

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Desolado jardín donde los amigos ausentes yacen para siempre convertidos en flores de adormidera.

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Días en que los espejos del pasado retozan con luz de sueños jóvenes.

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La montaña amaneció británica a resultas de una nube rota como cáscara de huevo. La clara, cual lluviecita de pobres, comenzó a caer sobre la ciudad. Lo que restaba de nube quiso el oro para sí. Sin embargo, una avecilla astuta se apoderó de la yema. Los pájaros, como los refugiados de guerra, tienen sabiduría para sobrevivir. 

La joven periodista escribe muy bien pese a una atropellada sintaxis dental dentro de su boca.

 

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Ese hombre tan seductor de simpatía atronadora, arrolladora, cuyo hechizo paraliza, sorprende, arrebata ha convertido el país en una fiesta siniestra.

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Al aprovecharse de nuestros insomnios los fantasmas no tardan en aparecer a la noche con cartas atentas de presentación escritas por condescendientes escritores ingleses. No por ello dejan de ser los grandes impostores que rechinan en nuestros sueños. 

Un jardinero enigmático mima la flor efímera del tiempo.

Por favor unos terrones de azúcar para la tan desportillada taza de té de la historia.

Elisa Lerner

Elisa Lerner Nagler (Valencia, 6 de junio de 1932), es una narradora, dramaturga. cronista y diplomática venezolanade origen judío. En 1999 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura. Destacan entre sus obras las piezas de teatro: Vida con mamá y En el vasto silencio de Manhattan; el ensayo Yo amo a Columbo y los libros de crónicas: Carriel para la fiesta y Crónicas ginecológicas.

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