Seis poemas de Aitana Monzón
*
diré a pesar mío
la derrota.
¿mas quién querría ser
el goce de la luz
sobre el arder del cuerpo?
¿me destruí?
¿así huyen los hombres?
diré a pesar mío:
yo vi en tu silencio un lenguaje
atravesándolo todo
*
He dicho la belleza, su creación injusta.
En el borde del río, sin embargo,
queda mi carne, poderosa
y caída.
Sé la verdad del movimiento
y la soporto.
Las pérdidas sin nadie del amor.
Envejecer sin luz un cuerpo inútil
y aguantar su bondad de derrota.
Sé que no da calor la inteligencia.
Vacío y compensación de los humores.
He amado los cultos terribles de la sangre.
El silencio y la pérdida
se abren como una cicatriz rompiendo el agua.
*
No fue aquí el silencio. Hubo frío
en la cavidad antigua
de la psique. No fue tampoco
esa lluvia nocturna.
Aquel jardín sin símbolos.
Lo que se lleva la luz. Lo
que cae y hiere
en su caída.
*
I.
con los ojos verdes de mirar
la culpa.
pues llevaba la noche
su cuero y sus cilicios.
mía fue la longitud del hambre, mía
la obstinada hoguera.
yo no pude detener su floración.
tú traías un cuerpo
acribillado de sombras
II.
fruta que madura al calor,
¿cómo vino a parar a mis manos?
¿no tomaron las aves su soledad de higuera?
¿qué palabra lleva la desnudez
del fuego?
(bohu)
tu vanidad de Hombre
¿y vienes aquí en tu hierático
a extirpar lo solo del amor?
¿traes las palmas vacías?
¿haces un corte así, a veces florecido,
que arranque de los nombres,
que llegue al filo justo de su canto?
¿rellenas, después, lo cóncavo del vientre?
¿dices, Mon Sieur, es esta tu terrible metafísica?
¿sus feroces silencios?
Mon Sieur, he dejado idiomas
ardidos tal vez surcos y han
trovado hasta el bastión de la pérdida.
Mon Sieur, es tu silencio aquello que cae
y apenas deja rastro apenas deja
espina bajo el sol tu vanidad de Hombre
Teide volaverunt
Aquí reposa lo que ha sido tu casa.
Te doy este suave morir
y dirás acantilado,
una sentencia que será una
montaña, un borde y nuestro
cuerpo hinchado en coladas de fuego.
Aquí te doy esta palabra y es
inhabitable. Te canto, semilla,
te canto, cumbre y espada y
malpaís y cardo y rosal del guanche.
Habrá,
seguramente habrá
procesos geológicos
que llamaremos
nuestra autopsia.
Ahora, recuerda:
Aquí era el sol y era lo común
de aquí brotaron dolores y lenguas,
aquí corrieron las mujeres
con sus trenzas y sábanas,
aquí era la herida de la especie
y contra la muerte hubo máquinas
que hicieron tragarnos
los gladiolos y todo
se volvió
y todo se volvió
y todo se volvió necropastoral.
Maldigo desde aquí la mano del hombre.