Cinco poemas de Javier Rey
Carril, bocanada
El codo hacia fuera empuja un cuerpo
tu cuerpo
bocanada, carril compartido, un cuerpo que
turbia otro cuerpo.
Tu mano abierta desplaza el agua, mueve
la corriente hacia atrás, hacia mí, carril
arremolinado falto de oxígeno, brazadas
rompen la resistencia, brazo de pie,
ilumina y martilla la escotadura del
agua. El codo, de nuevo el codo, remolca
su peso.
Inhalar es el cuerpo de afuera hacia adentro.
Respirar es el aire continuo, de nuevo.
Bocanada, boca, nada, boca y nada,
inhalo, respiro, se hace una la resistencia
del agua, la tensión superficial se aburbuja—
imposible que sea burbuja que exhala
la nariz. Hay que ser superficie para respirar
el aire propio.
De nuevo a la mar, al amar, el soplo continuo
que de los pulmones desiste, sudor submarino de
brazos anquilosados, brazadas cansadas
bajo este cuerpo de agua. Cuerpo
y agua.
Exhalar es el soplo del cuerpo.
Expirar es un préstamo del respiro.
De frente las manos abren camino ante esta incertidumbre
profunda, la tensión hace eco en el torso
ahogado premeditadamente. Ser boca, ser nada,
espumar lo líquido y flotar de piernas abiertas
hacia un cielo indiferente junto a un otro
que se desnuda.
Tu oreja es una cicatriz
Hay en el fondo de cada imagen
otra oculta
desdibujo epidermis textual
Venda el silencio
coteja designios oscuros
supura su propia mudez
Hay en el fondo de cada imagen
una lengua empozada
una estasis de signos
un idioma encharcado
Cura la herida
de lo dicho
y calla
Hay en el fondo de cada imagen
una cicatriz.
Puedo apostar mis designios
Puedo apostar mis designios,
que esta franja en el suelo
desdibujada y roída
no existe jamás.
Mis señas y mitos, esta pluralidad de lo simbólico
a que la noche
destrellada, verde oscura
continuará perpetua
disuelta en el
pez de mis extremidades.
Puedo apostar la visión borrosa y apurada
última esperanza ocular
que me borro en los contornos de edificios
reflejos solares y paranoicos
sutileza de continuo simétrico
llena de acentos y temblores que no puedo sentir.
Mi mano coteja
apuestas hechas
designios oscuros
el límite de quien soy
placas que no activan
una antigua alarma
que no dicen nada.
Alto mediodía
Clavar, en la pierna del día, la espuela
del momento.
Dominar el momento del día
clavarle la espuela
sangre que brota del
gobierno de mí mismo.
A caballo entre el parto difícil y
la muerte prematura, el momento
se clava en el lomo del día.
Me tiembla el día entre las piernas, anquilosado
el pozo de mi boca, esqueleto sin gobierno
sanguinolento.
Sangre que supura la herida del día
abertura, raja, mal cerrada, de horas
estasiadas sobre esta estepa
friolenta
del día y el momento, se
apuñalan la yugular de las horas
y nadie recuerda de
manos heladas. Nadie recuerda
la espuela
sobre el momento.
El fuego es la otra lengua
El fuego es la otra lengua que sabemos
intuimos su declinación
la sutil fisura de sus ecos
Hablamos fuego sin quemar
Y versificamos llamas, encabalgamos
calor, describimos su acento y, de pronto,
lo hacemos vivo.
Avivar la palabra sin soplarla
que del miedo se nos apague en la boca.