Rafael Cadenas: Un verso interior con honestidad
La Obra Íntegra del maestro y amigo nos obliga a permitir la continuidad del título:
sin componendas, sin que intervenga el parapeto defensivo, que debe derrumbarse, por nuestro bien…
Son sus palabras, su imperativo espiritual. Ser verdaderos ante el Misterio, ante la Realidad. Nos invita a vaciarnos de trampas; de palabras, frases y oraciones que ensucien el mundo, lo que somos: eternos aprendices de lo Real. Y esto nos obliga amorosamente a constituirnos quietud, silencio, conversación y amigos. Las cuatro columnas del asombro espiritual, las cuatro espigas del oficio de Escuchar. No habrá poema si nadie elige darle la bienvenida al visitante antiguo: El resplandor de lo real, de lo verdadero. Las piedras fundantes, susurraría Mircea Eliade.
Son sus palabras. Las tomamos prestadas para poder intentar decir algo sobre sus insistencias y renuncias. En ese intento fracasamos. Con nuestras redundancias y precariedades llenamos de violencia y falsedad sus verbos y sustantivos. Modelamos los rostros del narcisismo y el egoísmo que tanto resguardamos, velamos y honramos. Ante la insuficiencia, nosotros imponemos la suficiencia. Ante su pobreza iluminada, nuestra oscura abundancia. Cuando leemos sus poemas, sus aforismos, sus ensayos, sus insistencias, despiertan los miedos, temores, temblores, soledades, inseguridades que preceden a quienes serán padecerán o celebrarán hacerse conmoción. No leemos poemas, sino Conmociones. Eso es la obra de Cadenas, la continuidad de las conmociones que fundan el espíritu, que nos acercan al presentimiento de la Realidad. Esto Es, diría Czeslaw Milosz, el poeta polaco…