Amar las cosas que fueron
Sus ventanas son ojos que me observan
desde una vida antigua que fue mía.
Las columnas no pueden sostenerla
y, aunque sus piedras quieren separarse
para ir hacia otro mundo,
mi identidad herida las detiene.
Por fuera, sin embargo, nadie diría
que es una casa antigua y que está sola;
podría ser la casa de cualquiera,
pero solo es el alma donde vivo.
*
Vienes muda y crepitas
por el cauce lejano de otra noche de viernes.
Como el cuerpo entregado
al puñal de la carne no contempla el peligro,
siempre llegas, palabra,
a la hora precisa,
cuando no te merezco.
*
Cuando voy a dar clase, en mis alumnos
nos contemplo a nosotros
hace solo unos años.
Son felices y aman
sin pensar demasiado. Aman más que nosotros,
que nos vamos volviendo complicados y tercos,
que también fuimos ellos y decíamos
no querer parecernos
a quienes somos ahora.
Mis alumnos me miran. Sé qué piensan de mí.
Puedo ver cómo besan, cómo abrazan
sin pensar demasiado.
Con sus labios húmedos nunca
dicen no me apetece
o mañana nos vemos.
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*
Pero dentro no hay nada o no hay
nada de lo que queremos.
Solo hay muchas calles,
edificios sin luz, parques llenos de algo
donde ya no encajamos,
y una lluvia que moja los escombros del mundo.
Si por nosotros fuera
aquí estaría el final: un suburbio lluvioso,
una arteria del cielo que se ha roto en la tierra,
pero otra vez es el alma
quien levanta y defiende nuestro nombre.
*
Por una vez la luz tiene sentido.
No es solo otra ventana.
*
Para ir deteniendo la vida, para darle
algo más de importancia, la gravedad
que ya sé que no tiene
(porque voy entendiendo
que el tiempo en el que estuve
triste fue más largo),
me suelo preparar para el desastre
que, demasiado a menudo, causo yo
porque da pena verse tan feliz.
*
Me dan pena las cosas que se han roto.
Tengo un pie en cada casa destruida
y una mano que tiembla en cada cuerpo.
No he visto su dolor, pero sentirlo
me lleva a arrodillarme ante sus ruinas,
me lleva a ver la vida que no tengo.
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