¿Puedo templar la luz?
hay un hombre oscuro
ya quemado por el sol
transido por el dolor
de su carne
un hombre oscuro,
vivo y sin descanso
y todo cuanto posee
es el sol, cubriendo
horizontalmente
su lasitud
y todo cuanto anhela
es luz
amarilla o azul
como murmullo,
un sueño anclado
aleteando en el cielo
una montaña
para ponerse de pie
y ver nacer
ese ritmo ondulante
condenado a desaparecer.
*
mueves las nubes
con los dedos
y haces
que ellos caminen,
y se extiendan
a través de mi ventana
yo aquí
soy solo una fuente,
viva pero recubierta
de tierra, de nombres
que olvidaron con los ríos,
piedras sin saber nada del sol,
observando cómo el gris
de las nubes
se desgaja
y desaparece
sin notar
cómo otro día
se pierde
sin tañer
el resplandor.
Publicidad
*
no podremos cruzar
no es del río lo que amilana
no su línea imaginaria
el cielo es espeso
por elección,
el cuerpo que se hunde
sobre esta franja
se hunde
sin mostrar su rostro
aquí o allá,
de este lado del río,
o de otro
no hará otra cosa
que caer
en el curso regresivo,
sin memoria de ti
unos van a echarse sobre otros
y nadie podrá mirarlo
solo sostener, aguantar
nada podrá salir y mirar
su rostro,
solo ramas,
limitándose a resistir.
*
no pintes mi casa
no conseguirás aislar
las largas sombras
que aún bogan
con nosotros
las grutas
de estos valles,
las ajadas voces
de las aves del espacio,
las serpientes encubiertas
todo lo que es:
sombra, carne, huesos
todo lo arrancado,
lo que no
está
y es impenetrable
no pintes mi casa,
no podrás observar
un nuevo rostro
en el disco del sol
la humedad desprenderá
nuevamente sus cáscaras,
encontrará otras formas
de imponerse,
de tragar su luz.
*
creímos que podríamos encontrar tus pies moviéndose en lo alto del agua, moviéndose como gobios en el reflejo turbado de algún amanecer, de algo que apenas empieza a vislumbrarse. Creímos y dejamos todo debajo de tu lengua. Nos inclinamos por lo vasto, por lo angosto, sin haber encontrado tus dedos, sin sentirnos cubiertos, sellados por la iridiscencia de tu copa. Creímos y nos dejamos arrastrar, como restos de corteza de nuestro árbol carcomido. Bajo el sol, hasta hacernos arder por todas las abras, para alcanzar tu forma desnuda, primera, creciente. Pero todo es una luz inaccesible, todo sombra y nudo. Todo es tan estrecho, oculto, tumbado a la arena. Y cada tanto, la ola crece sola, se pierde en su fondo, soltando un movimiento más alto o más corto pero empinada para romperse. Creímos hasta convertirnos en un estallido pleno de aire: diminuto, breve, abundante. Terminar en una vida que brilla y rompe, solo para morir.
También puedes compartir este texto