Campo
La coraza del fango me conmueve. La brisa
amarga cae, mis venas agrietadas crujen en dicha,
Esa, que se impregna en la ceniza de otros días,
en los ayeres. Fui eso, el material del que están hechos
la niebla del vaho y nenúfar.
La angosta tierra de mi espalda, en la que
sin saber te ensucias las manos,
en la que siembras aquello que te dice tu padre:
romero, muchos naranjos y un par de chopos.
Pisas cada día mi sangre caudalosa, oscura
charcos de pestilente fango.
Mis entrañas detestan lo que siembras,
El rencor hace que mueran de a poco,
Lo que siembras.
La sangre, esa, llega hasta tu casa en
un olor insoportable, que brota de los charcos
de lodo. En el que se revuelcan los sapos.
Mis sapos no croan. No creen. Son mudos.