Kosovo
Si hablas de límites, fronteras, ¿dónde empiezas tú?
¿dónde mi respiración, dónde tu boca? Y me dices,
mientras el beso, «¿reconoció el gobierno a Kosovo?»
y puede que en mi saliva: una respuesta, un borde
y somos, mientras el beso, un túnel de vísceras. «¿Y
cuántos kilómetros minados, y alambre de espino?»;
de ano a ano, kilómetros de tripa, mientras un beso.
Si hablas de límites: lengua, y tú «¿me reconoces?».
Te podría decir que me sabe dulce o salada o amarga o umami
tu saliva, o agria; pero, confundidas, me sabe a mi propia saliva:
neutra, insípida, tu saliva como mía propia, siendo tuya.
En silencio pudimos nombrar todos los músculos de la cara:
vademécum de fisiología, babas y cariño.
Como si fuera necesario en un beso con lengua conocer
el funcionamiento de la máquina.
Te reconozco. Separamos los labios. Te reconozco
territorio de lengua: un discurso de respiración
y, ahora te digo, yo te digo: «quiero ser, te quiero
ser contigo en este largo beso». Te digo: «¿me reconoces?».
Kosovo, con lengua o sin lengua, Kosovo.