La fotografía punzante y la nueva mirada urbana de Venezuela

Yo quisiera una Historia de las Miradas.

Pues la Fotografía es el advenimiento de yo mismo

Como otro: una disociación ladina de la conciencia de identidad. 

Roland Barthes

En el texto Breve historia de la Fotografía, publicado en 1931, el teórico alemán Walter Benjamin realiza un análisis comparativo sobre la función de la fotografía en la historia y la representación de este mecanismo para el encuentro del Ser con su entorno. En uno de los pasajes Benjamin toma la obra del fotógrafo francés Eugene Atget como objeto de estudio para dar cuenta de una labor, imperceptible a primera vista, pero que guarda, a su vez, la verdadera potencialidad de la fotografía como núcleo de sentido: el vaciamiento de la atmósfera. De esta manera, el foco de atención se reduce al detalle, que es el lugar de significación a posteriori de la fotografía.

Ahora, partiendo de lo expuesto por Roland Barthes en La cámara lúcida (1980) toda fotografía guarda, de una u otra manera, un detalle punzante que interpela al espectador y es capaz de mostrar una mayor significación del contexto principal de la foto. El autor francés lo denominaría punctum y lo clasificaría como: «Pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte, y también casualidad. El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza)», (pág. 65, 1990).

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La fotografía es la representación de un instante muerto, un momento irrepetible en un presente olvidado que logra una perpetuación, como lo hacen los cadáveres carcomidos en sus féretros, a través de este mecanismo estático. La trascendencia vital de la misma solo es reconocible en las posibilidades que tiene el significado de la lectura de los detalles. Un ejemplo de ello en la fotografía venezolana contemporánea lo pude tomar de la plataforma Caracas Caos bajo el ojo y autoría de María Mercedes. Un pequeño niño mira a través de la ventana de un autobús. Sus ojos ojerosos que pretenden diseccionar a ese ojo mecánico que los mira; la madre que lo rodea con el brazo para protegerlo; una niña en la ventana derecha que mira con curiosidad tras los goteados cristales de dicho transporte. Estos elementos representan el studium bartheano —aquellos fragmentos totalizantes que sitúan la foto y, por ende, su significación inmediata— y le brindan al espectador la oportunidad de reconocer que ese momento ha ocurrido, ha sido, pero el detalle que es capaz de desentrañar el sentido de la fotografía es el vidrio agrietado que atraviesa la mirada del pequeño niño. Ese detalle punza al espectador, lo interpela directamente y le brinda una posibilidad de significados para entender la situación que rodea al pequeño niño, protegido por el brazo de la madre, que escapa de la lluvia en una unidad de transporte en un estado inseguro.

La importancia de los detalles capaces de «punzar» la mirada del espectador recae en su atemporalidad. Es decir, el studium —esos fragmentos de realidad contextualizable— se difumina con el paso de los años y se vuelven inclasificables para ese Otro, lejano en el tiempo, que es incapaz de reconocer ese instante irrepetible. Ahora, el detalle, ese vidrio roto, puede ser el factor relevante para dar cuenta de una situación específica o, por lo menos, de brindar una lectura vital de ese tiempo ya ocurrido. 

Al reconocer estas funciones del hecho fotográfico —sobre todo en un tiempo donde la relación del individuo con la fotografía ha presentado un desfase en la perpetua regularidad— podemos adentrarnos a un proceso llamativo en la representación visual de Venezuela por las nuevas generaciones que, al notar estos detalles punzantes, están creando una nueva manera de relacionarse con la realidad particular del país. Este proceso creativo establece una nueva perspectiva identitaria…

José Ferrer

José Miguel Ferrer Rivas (San Cristóbal, Venezuela, 1997). Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Realizó el trabajo de grado titulado «La intervención de la violencia en los códigos de identidad de El Desbarrancadero, de Fernando Vallejo». En los últimos años se ha desempeñado en el área periodística y cultural. A su vez, es creador del proyecto de narrativa joven, Brevelectric. Reside en Madrid, España.

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