María Teresa Morillo Áñez - Poesía

Alice Triquet

Dios encierra mares en los charcos del jardín

A Ruth

Y así la vida

al fondo de un minúsculo charco,

profundo y anfibio por la abundancia de los sueños

dejaba todo impulso 

de volver al aire.

El animal que primero buscaba agua

para calmar su acostumbrada sed, 

aceptaba

con cierta ternura

que se había hundido en ese charco tan conocido

para siempre.

Navajas de luz llegaban 

hasta las flores acuáticas que crecían allá, 

abajo,

y el corazón expectante indagaba las formas del juego,

del engaño.

Y así la vida,

ajena a la incrédula labor de las manos,

simulaba para el alma lo que en el cuerpo fue espasmo,

herida de otro sueño 

que en febrero 

nubló una tarde.

El animal del charco,

sin asombro ni sed,

por la virtud del abrazo dejó el fondo, 

aquel lugar que con sus flores 

y su luz

pudo ser un hogar.

Palabras de aquella voz 

pronunciadas al ras del oído: 

Ya no estoy 

para estas cosas.

Desaparecido el animal, aún en el charco 

dos cuerpos flotaban entrelazados.

Y así la vida.

Y así la vida.

Qué extraña forma ha conseguido Dios para recordarme 

que ha muerto alguien 

a quien amaba. 

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Decimoquinta lección: el dolor

Prófugo de insomnios 

el hombrecito roba la antorcha 

y abandona a los otros

en sombra.

Lo celebra riendo 

y acomodando el pecho sobre las costillas 

el diafragma y los pulmones,

que una vez más 

como el primer día 

se dan a la tarea de respirar.

Sabe que todos a tientas podrán moverse.

Arrastrarse.

Educar a los ojos

a descubrirse aún 

abiertos.

¿En qué rincón del mundo 

habrán conseguido a este siervo?

Que más que lavarlos 

y perfumarlos,

quiere enseñarles

a ver.

María Teresa Morillo Añez

María Teresa Morillo Añez (Los Teques, Venezuela, 1997). Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela donde Actualmente es profesora de la Escuela de Letras.

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