Cinco poemas - Raquel Lanseros

Aziz Acharki

Físicos y poetas

En el LHC*, físicos aceleran

dos haces de protones en sentido opuesto

para obligarlos a colisionar 

dentro de detectores de partículas. 

En su mente, los poetas acarician

mil haces de palabras en todos los sentidos

y las fuerzan después a entrechocar

dentro de los confines del poema.

El orden cósmico se parece al lenguaje:

ninguno de los dos nos pertenece.

Unos dicen Big Bang y hacen el tiempo,

otros dicen diciembre y tienen frío.

Físicos y poetas: cazadores de sombras,

casados por igual con el misterio

al cobijo de la palabra siempre.

*LHC: en inglés Large Hadron Collider, o Gran Colisionador de Hadrones, el mayor acelerador de partículas del mundo, ubicado en el CERN. 

Balada de Frankenstein enamorado

Cruza callado la avenida oscura

como un río que hacia el mar camina.

Sus pasos son un himno

a la vida infiltrada en el alma de la muerte.

Están fijos sus ojos en esa ventana, 

apresados al borde de la luz en la noche.

Las horas pasan inertes por su carne

que es a cada instante tierra y cielo.

No le teme a la lluvia que no puede mojarlo

ni al invierno que hiela sólo a quienes no sienten.

Sabe todo del frío, también lo sabe todo

del umbral cuya puerta sólo el amor traspasa.

La ventana se apaga, luciérnaga difunta,

y con ella se apaga el corazón de Frankenstein.

¡Qué eclipse de espinares, qué veneno!

Solitario fantasma, de pie sobre la acera, 

implora el resplandor que se le niega.

Amor mío, enciéndeme tu alcoba.

Te lo suplico, déjame acompañarte

en este breve viaje hacia el camino.

Vacíame del barrote y del cuchillo, 

dame un amanecer de orilla nueva. 

¿Me reconoces? Renazco en tu semilla,

soy el ayer crucificado indemne.

Desde muy lejos llego a tu alféizar despierto

y estoy solo con toda la herida de los años.

Quiero hablar con los ojos que te ensanchan,

escuchar el rumor en tu suspiro.

Libérame por fin de mis grilletes. 

Soy Prometeo desencadenado,

    quiero robar el fuego y devolvértelo,

         santificarme en la antorcha de tu boca.

No me asusta la vida aunque la amo.

No me asusta la muerte, soy su hijo.

Lo que no pudo la calavera helada

ni el olvido de dios en pozo árido,

lo podrá la esperanza enamorada.

El día después

(Monólogo interior de una porn-star)

Ya no te puedo ver

y no dejo de verte en todas partes.

En silencio tu cara sin latido,

de plata y porcelana, casi transparente.

A veces me preguntan si tengo corazón.

Tampoco a mí me ven, eso está claro.

¿Cómo mirar más allá de la piel lubricada,

la lencería y el cuero sobre el que se masturban?

Si tengo corazón… Déjame que hoy lo dude.

Estoy llena de hielo como un glaciar cansado.

Mientras me maquillaban yo veía el cofre blanco

                              por cuyas venas corrían tus cenizas.

Tan pequeño e irreal como tu ausencia.

Y en el espejo mis ojos reflejaban 

        una pena afilada como una hoja de pino.

Mi peluca, 

una luz fantasmal en un cerco de sombra.

Me han suavizado el pubis con un gel de purpurina efecto húmedo.

Dicen que en primer plano se resalta mi sexo, carnoso como son

las noticias que llegan del futuro.

Yo sólo puedo verlo como tu tierra madre.

Recuerdo el entusiasmo con que te empujé fuera,

tu cabecita tierna, tu cuerpo de muñeca. 

Recuerdo tu sollozo sanguinolento y ávido.

Ahora graban abierto mi orificio semilla por donde tú llegaste.

A empujones lo invade un actor uruguayo,

desconocido,  insulso, vanidoso y atlético.

Su glande me perfora y yo sueño contigo.

Quiero hacerte de nuevo entre gemidos rotos.

Necesito sentirte

             otra vez en mi vientre,

       construirte carne abajo.

Ayúdame a parirte una vez más

para volver a ser y a estar completa.

Llega ahora otro actor joven y penetra mi ano.

Tengo dos penes dentro y me acoplo a su ritmo.

Me dicen que me abra un poco más.

                       Que me acaricie las tetas muy despacio.

Y recuerdo tu boca diminuta de virgen

succionando con fuerza mis pezones.

Suave corría la leche de mi cuerpo a tu cuerpo

como agua alimenticia de la fuente al océano.

Ayer te puse tu ropa favorita.

Eras un ángel dormido en el abismo.

¿Por qué no pude ser yo quien crepitase?

A solas bajo el cielo,

así estás tú: tan sola. 

¿Las cenizas tendrán también edad 

                    o serán para siempre cenizas infantiles?

Estos dos hombres me penetran sin tregua, pautados y automáticos.

No hay embestida

   en que no oiga tu voz

                        y tengo miedo.

Miedo de darme cuenta

qué cerca del comienzo está el final:

tus manitas inertes y la noche 

                  en que tu padre y yo te hicimos carne,

el sudor de tres cuerpos que entrechocan

                               y el hielo irreductible de los tanatorios.

Estoy sin ser,

me duelo, me anochezco, me desangro.

No puedo distinguir si vivo o muero:

he aprendido a morir para seguir viviendo.

Miro fijamente a cámara

y finjo la sonrisa más lasciva del cine.

Arte poética (Disculpen la osadía)

Si Verlaine levantara la cabeza, 

¿torcería el gesto? ¿Quizá se mofaría?

¿O acaso le colmase de alegría

esta búsqueda eterna de belleza?

Que se aleje de mí toda extrañeza

lo inalcanzable es obvio si es poesía

que duela de placer el alma mía

ansiando igual la duda y la certeza.

Repudio los atajos complacientes

las engoladas arias de ocasión

Amo los versos rasgados con los dientes

el viento transmutado en emoción

Quiero verter mi sangre en un torrente

tallar en las estrellas mi canción.

Eternamente llama 

¿Quién en la noche oscura

aprende a ver un pasadizo diáfano?

No hay luz de mediodía 

que pueda competir en transparencia

ni linterna capaz de iluminar mejor

el secreto camino

el camino escondido que, en penumbra,

compite en claridad con una hoguera

para ascender la escala

inflamado de amor

de ansias fecundo

después de arder a solas tanto tiempo. 

Reniego de sentidos engañosos

no hay bitácora como el corazón

quien intuye el destino no concibe la pérdida

si sabe quién lo espera en su sosiego.

¡Oh, noche más oscura! 

De negro resplandor tu afán cubierto.

¡Oh, brasa que me aviva!

Déjame abandonarme a tu cuidado

para calmar mi sed junto a este pecho en llama

que siendo suya yo, me pertenece.


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Raquel Lanseros

Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, España, 1973) Poeta, traductora, antóloga y profesora de Universidad. Ha sido elegida como la poeta mujer más relevante en lengua española nacida después de 1970. Su último libro de poesía, Matria, obtuvo en 2019 en España el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Andalucía de la Crítica. Ha publicado también Leyendas del Promontorio (2005), Diario de un destello (2006), Los ojos de la niebla (2008), Croniria (2009) y Las pequeñas espinas son pequeñas (2013). Asimismo, es autora de doce libros de poesía publicados en numerosos países. Su obra poética hasta 2016 ha sido reunida en el volumen Esta momentánea eternidad: Poesía reunida (2005-2016). Ha sido galardonada en importantes premios de poesía, y se ha desarrollado también en el ámbito de la traducción y la literatura infantil.

https://twitter.com/RaquelLanseros
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