Seis poemas - Luis Fernando Sarmiento
28/05
Abril es cruel como es abril
porque unos hombres siembran
fuego, y otros cavan hasta desenterrarlo:
¿quién quiere desportillar su tanagra;
quién despertar al padre
que duerme la siesta?
Dime, tú que vives sin estaciones,
¿en cuál mes has visto que a la muerte caigan
las flores de primavera?
No hay nada de eso. La época de lluvias,
lo mismo en enero que en julio,
es de balas, sillas de madera y
machetas oxidadas ¿Has visto otra cosa caer, caer y seguir cayendo?
¡Tú también fuiste nube! Allá más arriba,
SI LA MUERTE TE PERMITE, RECUERDA ALGUNA VEZ.
Sí, estás muerto, buena parte del año, pero alguien más quiere
dormir en palacio: vives. Doblas el sudario, Cristo entre tantos,
porque salir amortajado es de mal gusto,
entonces tu voz se llena el aire de nuevo;
creces como el sol en las mañanas.
Después te guardan. No te nombra nadie, menos Dios.
Aunque, ¿Dios todavía dice?
Dios agua.
Dios día.
Dios hambre.
Dios rojo.
Dios múltiple.
Dios desollado.
Dios olvido.
Dios bienamado.
Dios nada.
Nada.
«Tengo sed», sin embargo sale de mi boca,
luego, creo en Él. Para mí es más que nada.
Es constante en el universo
(la manera misma de lo constante).
Qué ridículo: también creo en
la mayúscula tras el punto,
y tras el punto y aparte,
y en lo peor:
la mayúscula sostenida.
«Tengo sed»: así iniciar una consigna
contra el neoliberalismo;
así inflamar a los lectores de Hayeck
de Twitter.
Incitar la Violencia
desde casa,
desde un texto que ni siquiera
sirve para ser puesto a la hoguera,
que nadie va a querer robar
para encender una fogata.
Ojalá salgan por las puertas automáticas
los televisores de marcas coreanas.
Ojalá los toques de queda empiecen al
mediodía, pero que
a las seis todas sigan en la calle.
Ojalá apagues tu televisor robado
en las noches de muchos días.
Ojalá las estanterías se vacíen
y tu nevera esté llena por una semana.
Ojalá no te lleves nada; lo quemes todo.
Ojalá todo vaya al cielo a buscar a Dios,
en forma de humo gris.
Unos hombres siembran el fuego;
otros se esfuerzan, corren la tierra,
agotan el espacio,
son sabuesos a la caza de lo que
no tiene sombra:
por fin extinguen el fuego,
ocultan allí los cráneos
fracturados
de quienes lo enterraron
en primer lugar,
o en último.
los muertos están vivos:
a su tamaño formados
los umbrales de las puertas corredizas.
su mano es fantasmagoría
aprieta, ahorca.
~
Abriré un hueco
en nuestros zapatos
en el lado contrario al corazón
te pondré un broche de sol
entre el pelo, sobre la oreja
iremos por un camino
que sea el camino de algo
de los tigres,
las espaldas,
los contrarios,
de los novios o los amantes,
quizá de la tristeza (aunque ya no estemos
tristes)
será el camino que bordea
un lago donde hay patitos
con flores naranjas en sus cabezas
entonces podremos
caminar sin pensar
para nada en las palabras
que vayamos dejando
entre una zancada
y la siguiente
Objetos sin lugar
Encendí mi corazón
lo pasé de mano en mano
y les dije a cada una
a cada uno:
cuidado
no se te vaya
a derramar mi corazón, su líquido que hierve
En algún momento
de la noche
era noche, por si no se veía
me arrodillé
buscando bajo las sillas
tras la mesa
en la hendija de las puertas
Y te juro que respondían como si no preguntara
y yo insistí
y ellas también
incluso, aún sin mirarme,
abrieron sus bolsos
en un par de lados, en medio el vacío
de las muchas cosas
que llevaban
Entonces pensé
ya sé
si apagan la luz
podré encontrar mi corazón
Alguien
respondió desde una esquina:
no se preocupe
ya saldrá el sol
Todos sin cuidado
me vieron salir
de la fiesta sin mi centro
y sin estar a izquierda o derecha
pues ya no tuve
nunca más corazón
Alguien derramó la llama
¿cómo pudo?
¿cómo olvidé guardar mi corazón
cuando empezamos a jugar?
Órbita mínima
Hoy una hormiga caminó alrededor de mi ojo,
orbitó como los planetas en el vacío
y las personas, sus máquinas, los otros animales
sobre la tierra. Después salió como una lágrima.
Delineado
A un lado
y otro
de la línea
amarilla
un gato negro
fascinado
temeroso
se pregunta
si su
sombra
volverá a
ocuparlo
cuando
la estrella
dicte
el día
y
la hora
I
Quién esconde su cuerpo, y no ríe o llora
sino a la contra de mi voluntad.
¿Dónde llevaron los niños?
¿Cuándo encontraron la tercera orilla?,
¿nunca podré descansar?
Salgan del camino. Paren sus maquinas
de hueso, el aire liviano que no se detiene
y siempre viene azotando las raíces del cuerpo.
Refugio, cueva, tarde
piel agrietada del ruido
estrella ondeante
caída del árbol de la noche (tarde)
sol azul, testigo infinitesimal
de luz fragmentaria.
He venido en nombre de lo que es mío.
He venido para irme
con los brazos vacíos
y los ojos pura cuenca.
Entonces a través del aire del jardín.
Se estanca y me hace vomitar,
entonces la mano larga
y cuerpos que se desprenden idénticos a sus sombras.
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