Seis poemas -María Limón
Nadie me explicó
que el cuerpo es una casa
y que los mismos que la habitan
son aquellos que planean
su derribo.
~
Creo en la arcada
como un acercamiento a Dios.
No hay otro momento
en el que estemos
más limpios.
~
Hay quien se acerca a Dios
cada mañana.
Bajito, aun cuando todos duermen,
gotea se abre convulsiona
ante la taza del váter.
Es un rezo personificado:
la contemplación de la bilis
no es más que un acto de fe.
~
Conozco el miedo
porque entiendo lo que implica
tener un legado.
Cuando siento que mi dedo se mueve más lento
pienso en cada uno de los huesos de mi padre
rompiéndose.
~
Nunca hablabas sobre tu padre
ni contabas anécdotas.
Una vez dijiste que te reñía
cuando llorabas.
Quería que crecieras
demasiado rápido.
Tu padre tenía miedo de morir
y que nadie te enseñara
a ser un hombre.
~
Mi madre solía
tumbarse en la alfombra del
despacho de su padre.
A los veinte,
treinta, cuarenta,
pasaba horas hablando
por teléfono.
Recuerda estar en el suelo
escuchando un pésame
y no entiende qué hacía
por qué nadie iba
y la obligaba a levantarse,
a ser una mujer adulta
a enseñar a los niños
que llorar no es
un acto que se comparta.
Mi madre dice
he sido una niña
casi toda mi vida.
Orfandad y adultez
son la misma palabra.
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