Se descubre una grabación de Eurídice en la web
Si hablo, mis palabras son linternas que apenas alumbran
y todo lo demás permanece en la sombra. Mírate,
tan propiamente tuyo, enderezado,
robustece la vida en tus esquinas. Orfeo,
ya comenzó el descenso y no acaba. Escúchame:
estamos en un avión y turbulencia, estamos
subiendo la escalera de servicio que lleva
a la última azotea de ese verano. ¿Recuerdas
su verde trasplantado, la maceta de barro
rota por la fuerza de las raíces? ¿El rojo oscuro
del impermeabilizante? Subíamos
a robarle internet a los vecinos,
a huirle a la ciudad desde lo alto. Ahora
no llegamos a ningún sitio. Orfeo,
tu nombre termina donde empieza.
Yo también. Escúchame.
Cada palabra es una pregunta
que debe responder el cuerpo.
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Esto no es una grabación. Siente mi aliento
entibiándote la nuca. Levanta mi voz
y deja que ande. Llévame afuera,
repíteme tus ansias, he olvidado
los puntos cardinales,
ya expiró mi garantía, perdí
el instructivo del cuerpo
y se me han abierto las costuras.
Me extrañan tus manos, me duele el hipervínculo. Orfeo,
esto no es una grabación, esto es textura. Escúchame.
La muerte es un verbo continuo. Al revés que la vida,
la muerte no termina nunca.