Irrumpir en el banquete

Birmingham Museums Trust

Hay una fiesta en donde solamente los hombres letrados participan. Son poetas, filósofos, médicos. Cada uno expone sus ideas en torno a Eros… tratan de definirlo… coinciden en que es un dios, es bello y es bueno. Algunos proponen una genealogía muy lejana, quizás sea una de las deidades más antiguas, otros creen que es el dios más joven porque lo joven es bello. 

En el turno de Sócrates la conversación toma un rumbo inesperado, se aparta narrativamente del banquete e introduce sus recuerdos de las lecciones que obtuvo de la sacerdotisa Diotima. Este giro pone muchos puntos en tensión, aleja el cuestionamiento sobre Eros del ambiente festivo y lo inserta en un contexto sagrado; lo arrebata de las voces masculinas para que se escuche la sabiduría trascendental de una mujer; invierte su jerarquía del sabio por la del ignorante frente a la sacerdotisa. Ditoima, a su vez, le añade una capa más a este enredo de cajas chinas cuando narra el mito de la concepción de Eros, mismo que sucede en un banquete en honor al nacimiento de Afrodita. 

Eros, entonces, se transforma. Diotima tiene la última palabra. Demuestra que Eros no puede ser un dios como tal porque si lo fuera no podría tener tantas contradicciones. Se trata de un demon.

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Eros es intermediario entre lo mortal y la divinidad, entre lo feo y lo bello, entre la ignorancia y el saber. Lo contradictorio cabe en Eros porque viene de un padre y una madre disímiles: siempre en falta por parte de su madre, pero desbordante de recursos como el padre. Nace y muere y renace. Su concepción, además, está ligada a la celebración de Afrodita —la belleza—, y también a un estado de embriaguez de aquella noche. Eros toma lugar en el cuerpo, atraviesa la parte animal y menos racional de los humanos, luego puede elevarse hacia el alma, pero necesariamente tiene que pasar por el cuerpo. Tal como lo muestra Rumi en estos versos:

This is how it sometimes is
at God’s table.

Someone who has heard about ecstatic love
but never tasted it, disrupts the banquet.

If there were a secret passage
from his ear to his throat, everything
in him would change, initiation would occur.

Así es como a veces sucede
a la mesa de Dios.

Alguien que ha oído hablar del amor extático,
pero nunca lo ha probado, interrumpe el banquete.

Si hubiera un pasaje secreto
desde su oído hasta su garganta, todo
en él cambiaría. Ocurriría la iniciación.

(Traducción de la autora)

Con las imágenes del poema queda claro que hay algo de Eros que no se puede aprender desde un punto de vista racional; si no hay un cuerpo deseante, si no hay huellas que se impriman en él, es imposible comprender lo que solamente la experiencia puede dar. En el Banquete de Platón, gracias al lugar desde donde se enuncia Diotima, podemos abrir nuestra concepción del deseo. Tanto aquí como en otras genealogías —ya lo ejemplifica el poema de Rumi, o también se puede pensar en el personaje de Enkidu cuando su paso a la sabiduría se da gracias a su relación con Shamat— las mujeres tienen un fuerte peso como intermediarias del saber. Un saber que tiene sus simientes en la erótica de los cuerpos. Me pregunto cómo hemos perdido estas potencias femeninas y por qué el deseo femenino es castigado en las tradiciones judeocristianas…

Carla Cohen de Villafranca

Carla Cohen de Villafranca (Ciudad de México, México, 1995). Es investigadora académica, escritora y gestora cultural. Se interesa por la confluencia entre el arte, el pensamiento crítico y el cuidado por el medio ambiente. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de ensayo literario. Ha publicado en Nexos, la Revista de la Universidad y Tierra Adentro.

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