Día de limpieza

Cuando tengo tareas domésticas por cumplir me siento una mujer necesaria. Fantaseo con que soy alguien relevante, una persona que pone en marcha los menospreciados y a la vez indispensables mecanismos de la vida cotidiana.

Hoy desperté muy temprano. («Muy temprano»: entre las nueve y las nueve y treinta de la mañana). Me cepillé los dientes y lavé mi cara. No me cambié la ropa de dormir: un buzo desteñido y una polera con un par de huecos en el cuello. Desayuné algo rápido y ligero: leche de coco, una tajada de pan de masa madre con palta, arándanos orgánicos. (Cuánta elegancia y sofisticación). Mientras comía pensé «ya es tarde, debo comenzar». 

Es domingo, día de limpieza, una nueva oportunidad. 

No recuerdo cuándo me hice esta inútil promesa: nunca contratar a alguien que se haga cargo de mis suciedades. Pienso: sería un trato ocioso e inmoral. 

En mi propósito arrastro a J, quien ha aceptado que él también debe limpiar nuestra casa. Entonces, por las mañanas agarra la escoba de un rincón y barre la sala, el descanso y el pasadizo en silencio, con un gesto grave y los audífonos puestos. (Hombres limpiando, una imagen no tan común). Yo lo miro con satisfacción.

Pero esta vez estoy yo sola frente a nuestra ominosa suciedad.

Publicidad

Hoy me toca limpiar los baños y los estudios donde cada quien trabaja. Entro primero al baño de visitas. (Ni siquiera había una ducha en la casa de San Martín de Porres; nos bañábamos con un balde y un tazón. Ahora tengo un par de duchas para elegir. Cuánta elegancia y sofisticación). Acomodo delante de mí, en fila: el quitasarro, la lejía, el limpiatodo, el detergente, el aromatizador, las escobillas, los estropajos, la escoba, el plumero y el trapeador. No me esfuerzo por encontrar los guantes de plástico. Es mejor no cubrir mis manos, dejarlas desnudas o «calatas». Es imprescindible que mis manos no estén protegidas para alcanzar el deterioro, un ligero maltrato, uno que otro raspón y las cicatrices que nunca conseguiré posando los dedos sobre un teclado…

Rosa Chávez Yacila

Rosa Chávez Yacila (Perú). Escritora y periodista. Sus textos han aparecido en medios como The Clinic, VICE, The New York Times, Courrier International, Internazionale y en la revista Granta. Trabaja como profesora de Periodismo Literario en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y como reportera Ojo Público. Actualmente, prepara un libro de no ficción sobre la depresión y la pobreza. 


https://www.instagram.com/rosaelisach/
Anterior
Anterior

El desierto cinematográfico

Siguiente
Siguiente

Nocturno del Claustro de Sor Juana