Cinco poemas - Ángel Cívico
devoro las esdrújulas con los dientes de un nonato.
a cuchilladas. atravieso. tendón. a través. arteria.
abiertas.
géiser de sangre en la plaza del pueblo.
los vestidos lindos de las niñas lindas se manchan
ante los ojos huecos de sus abuelos muertos.
y yo me enlodo.
y yo me embarro.
y mis uñas ya no son uñas sino clavos oxidados
con los que mi madre tapia las ventanas de la casa
en la que pasó de niña a esposa.
ni la juventud ni la libertad ni la alegría
de las niñas lindas con sus vestidos ensangrentados.
mis clavos oxidados en las ventanas de su propio féretro.
late y clamo a la muerte
me postro ante su jinete,
beso las pezuñas a su caballo.
me susurra dulzura al oído.
me concede mi deseo.
demos la bienvenida al invierno.
*
dijiste del agua y de la sal
—¡vengan!
bendito el flujo que oxida mis raíces.
y del viento del levante
que agosta las flores que trato de madurar.
por entre mis piernas progresa sin riego
un tsunami herrumbroso que trepa mi garganta.
quiere ver la luz del mundo,
mitigar el virtuosismo de los salmones.
rogaste al final de los tiempos
—¡llega!
anegaremos las calles de todas las ciudades,
quedarán sumergidas sus rutinas domésticas.
brotaremos frutos de los hombres muertos.
convertiremos el océano en el más exuberante de los bosques.
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I
¿es otoño lo que ves en mí?
el follaje desnutrido y caduco,
la inclemencia de mis años,
sus noches devorando luz.
¿es vejez lo que observas en mis manos?
la aspereza de las cicatrices,
el blancor de su sequedad,
huellas espectrales de estos surcos
todos muertos en nombre de su olvido.
¿es vacío lo que encuentras en mi mente?
mi ausencia empírica de saber,
la oquedad cognitiva de referentes,
el atrevimiento de su ignorancia.
¿es ternura lo que percibes en mi rostro?
¿es acaso un hombre lo que se presenta ante ti?
esta barba tan oscura, tan poblada, tan viril;
reclamo de una espalda velluda,
un bosque de encinas ocupando mi torso.
¿es mi expresión lo que me define?
¿habrás de confundir corteza con savia,
hojarasca con brotes verdes?
tú,
¿me juzgas por mis hojas secas?
¿acaso será otoño lo que muero ante ti?
II
no.
soy charca, río, océano.
soy perenne-temporal.
soy la madre naturaleza.
soy la hija de la puta que tienes en boca.
el niño que llora tras la bofetada.
la dentadura agrietada de un anciano.
el vacío en la memoria de mi abuela.
soy un señor de setenta años que siembra trigo en arizona.
el cubo de agua y amoniaco en el que escurre la bayeta mi madre.
una mujer descubriendo en la cama su clítoris.
las bragas manchadas de roja vida por primera vez.
el odio masticado de un borracho.
las contracciones bajo las sábanas de un ano abierto.
soy todos los vacíos.
soy todas las cosas.
del otoño resurgiremos.
llamadme primavera.
*
pero, ¿qué sucederá cuando me vuelva caduca?
mis ramas vacías,
las hojas muertas,
el tronco resquebrajado.
¿cómo enfrentar mi cuerpo desnudo?
¿qué habrá que me distraiga de mí
cuando no albergue abrigo
que tape los defectos de mi corteza,
la erosión del orvallo,
el navajazo de quienes tallaron
con alfileres de bronce
su crueldad en mi exterior,
la ponzoña plantada a sabiendas
de su gestación perversa por mis venas.
no reside en mi savia el coraje
de observar mi figura explícita.
¿qué será de mí cuándo no pueda ocultarme?
entonces
habrá caído la noche,
llegado la hora de dormir.