La exactitud imaginaria
Del atomismo al acelerador de partículas a través de la metáfora
I
Llevo meses pensando en clave mitológica y metafórica, si es que acaso no es lo mismo. La teleología ha establecido, a lo largo de la historia, la conexión entre filosofía y mística. Así se construyó un puente entre la razón y lo obscuro. Sin embargo, esa misma arquitectura fantasma que se presta entre la poesía y la filosofía (y ahora, de manera inevitable, pienso en María Zambrano) es metódicamente ignorada, delegando la poesía a un puesto tan retórico como artesano. Al limitar la creación poética y su consumo a un acto cuyas únicas finalidades son el disfrute estético y la comunicación, estamos negando sus posibilidades de contribuir a la búsqueda de conocimiento.
Si bien en filosofía podríamos decir que hay un predominio de la razón aderezada por cierta intuición e imaginación (si no, no se podría innovar), en la poesía, el liderazgo se sitúa a la inversa: las voces cantantes se empapan de la eikasía que Platón rebajó a un saber inferior.
En los presocráticos, esta división entre razón, intuición e imaginación resultaba más difusa, del mismo modo en que el lenguaje literario no quedaba desterrado en exclusiva a la creación literaria. Por ejemplo, al no compartimentar las vías de expresión y de conocimiento como lo hacemos, sobre todo, desde la Revolución Industrial, era habitual encontrar poemas en la obra de pensadores quienes, a menudo, eran polímatas.
En un contexto donde el mito poseía aún una fuerza alumbradora, el espacio para la hibridación se alzaba con cierta flexibilidad (probablemente porque ni siquiera se pretendía hibridar, sino que se echaba mano de las herramientas disponibles).
II
Una de las definiciones de poético reza que participa de las cualidades de idealidad, espiritualidad o belleza propias de la poesía. A su vez, la palabra poesía proviene del griego poiesis, que quiere decir cualidad de la acción de hacer. Algunas aclaraciones etimológicas relacionan este hacer con convertir pensamientos en materia. Por lo tanto, el poeta sería un hacedor o materializador de pensamientos.
En la corriente pluralista, cuya mirada se adentra en la multiplicidad del mundo, la escritura poética permite detenerse ante lo desconocido e indagar en realidades no previstas.
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Así es como intervienen en este hilo Demócrito y Leucipo, maestro de Demócrito (de cuya vida no se tiene ningún dato) y fundador del atomismo en el s. V a. C. No es posible distinguir la obra de Leucipo dentro de la de su estudiante, por lo que dejaremos que su presencia se extienda de algún modo sobre la sonoridad del nombre de Demócrito cada vez que lo mencionemos, ya sea como una realidad emborronada o como una fantasía impulsora.
Si bien Demócrito escribió más de setenta obras sobre ética, física, matemáticas, medicina, crítica literaria y artes, no escribió o no tenemos constancia de que escribiera poema alguno. Sin embargo, podemos discernir en su pensamiento una poética propia que supera el concepto de arte como mímesis de su tiempo y se sitúa en el lenguaje como campo de investigación a través de la metáfora y el extrañamiento.
La Física de Demócrito divide el Ser (material lleno formado por una masa compacta) del gran vacío (No-ser) y el movimiento eterno. El vacío, impulsado por el movimiento, penetró en el Ser, disgregándolo en infinitos cuerpos indivisibles, compactos, pequeños e indestructibles: los átomos. Resulta fascinante imaginar a Demócrito ¿y a Leucipo? dando con semejante concepto sin la tecnología que corroboró su existencia siglos después. No importa que sus cualidades no coincidieran con las descritas por la física que conocemos hoy en día, sino que lograron materializar un pensamiento a través de la eikasía. Esto no puede ser otra cosa que un acto poético…