Seis poemas - Eleazar Muñoz
Hablar de los pájaros que pasan
Solo estando aquí se compadece
de lo insensato de una oración como
los grajos han vuelto
aporreando como lo hace un soldado
al entendimiento
hace tiempo ascendí hacia el sueño
y me descubrí hablando con los abedules
ese proceso ocupó él mismo
por sí solo un año
por mí mismo vislumbré
la sombra de un pico alado, penetrado del
alba pura
aves de lomos verdes azules amarillos
colas doblegando el cuerpo
martillazos sobre la corteza
canto quebrado
siempre llegaba el momento
de acariciar la piel de las que se me acercaban
sonreía ante el balanceo batiente de la grasa
pero temblaba
al mirar a quien amo en este numen a los ojos
he sabido que su cuerpo ha sido
ristras de piel cosida con alambre
atravesada en la epidermis
para que sea máximamente aprovechable
en el buche de los pájaros que a él descienden
su grasa ya no era tibia al tacto
lapos de sebo parpadeaban con tal gusto
sobre mis huesos
he visto tanta pobreza en quien tiene el
invierno para envejecer y servir
que decir lo que siento deviene lluvia en el cuerpo
y una higuera desecada en la estepa
hoy
con la primera luz ínfima
gritos de grajos sobre nosotros
pájaros sordos como en noviembre
me he despojado de su cúmulo de miradas tenues
al encuentro de mi tiempo
en celebración del alma que soy
*
Y qué temer si el miedo
si para ti
mi discurso no pasa
de una ristra indistinta de oclusivas
y si para mí no hay interpretación en tu soslayo
por mucho que domine silbidos para ti innatos
o entienda en la penumbra silenciosa
el ruido de los vecinos tras las paredes
tu hilo sonoro que pregunta crees que habrá la guerra
acabado de deshacer entre
tu roce dental con labio inferior
arreglo floral de lengua y velo
y un frío suspiro nasal de jengibre y nieve dura
crees que habrá la guerra
quieres que haya la guerra antes de que
puedas ver de nuevo la tierra debajo de tus pies
yo me encontraría en el frente
me acomodaría con gusto en mi condición
de refugiado extranjero
como en una butaca de ópera
en el transcurso de este tiempo nuevo
arrebatado a mi familia enferma
bebo de ti
y no te pienso como un hijo de Inmar
qué gilipollez es esa
de querer ser extranjero
tanta sordidez de vidas pendiendo en el vacío
tanta extraña soledad entre los dos idiomas
a medida que un frente se arma
dos hombres duermen abrazados
*
Participar de aquello a lo que nadie
parece bastar ni nada
—un ornato al cuerpo
en forma de ave o caracola—
en ausencia de una saliva cualquiera
hasta las piedras de la ciudadela se deshojan
la tapia del patio ensucia de chinas su esmegma
y tejas de susurros de conchas
pleistocénicas claman en la tarde el
pliegue vibrante de la tierra sobre sí
misma
los pájaros siguen llegando
con una variedad ignota de avisos
—fértiles cantores
carpinteros
pescadores—
yo me oreo en el rincón cóncavo frío
de un huevo en un canalón
en todo lo que ha sido cáscara
maleza dura en el pico del camorro
Publicidad
*
Igual que aquel que sale corriendo del bosque,
con la lengua blanca y cándida de amor,
no me he perdonado;
su respiración es la misma,
a la vez mil veces,
y el torso, cobijo de un ciervo acorralado,
un cristal pajizo y desteñido.
Así como clama su sangre un olor a manzanilla,
no penetrar el instante,
el lujo de morir solo, amado.
*
Un centro de amapolas
y espigas sin mascar
aún verdes
agotan todas las vías de esta ciudad
centro de permanencia
como el tallista de muñecas mancas
su miembro metálico y potencia
del temblor de mi lengua
el espesor de días a solas
redes abiertas de luz
humear el aire azul de dios
vivir amamantar
permanencia
*
Si alguna vez dejamos algo hecho
no fue extenuarnos bajo un mal signo
sino bailar hasta el beneficio del día blanco
y no solo eso
sino que también disfrutar de lo que era:
arrastrar un dinero que no nos pertenecía
constituciones que no habíamos votado
más allá de los recovecos del tiempo
—encalado divino de las calles cada nueva mañana—
y con esa provechosa linde de pinos que se recorta
sobre un sol que se alarga