Algunas palabras provenientes del discurso popular
(o lo que pienso mientras trato de entender mi vida)
Un día escribí todo lo que escuchaba en la calle, bajo los siguientes supuestos:
No somos más que palabras. Algunos sonidos puestos en determinada forma para describir todo lo que nos constituye.
No somos más que historias sin terminar de contar. Solo una persona conoce la historia completa, nosotros mismos. Los demás, tienen fragmentos que han descubierto y desde donde forman la visión de lo que creen que somos.
¿Qué significa entonces todo lo que escucho? Sabiendo que no soy parte de la historia que se trata de contar. Puse atención. Y escribí fragmentos de lo que la gente dice. Un par de palabras sin más contexto que el que yo puedo otorgarles.
Descubrí deformaciones en la forma de hablar. Esas que se encuentran en el discurso popular y no en los libros donde nos enseñan a leer. Deformaciones que nos jactamos de evitar y criticamos en cuanto se da la oportunidad. Se juzgan de inferiores, cuando el sentido completo de un pueblo se encuentra dentro de estas frases surgidas sin dobles reflexiones.
Afirmo las siguientes locuciones, escuchadas en las calles, como conductoras de más sangre que una homilía ostentosa y llena de flores. Amén de lo escuchado en este año.
Gracias jefa, chido.
No somos más que lenguaje. Nos constituye el gesto de aprobación después de algo bien hecho (o una complicidad resultada de la intuición y no la petición). Más allá del sí, bien pronunciado, ¿no sabe más el diablo por viejo? Todas sus acciones pasadas caben dentro de su nombre y todos los nombres generan en nuestra mente recuerdos de acciones.
Pocas veces existimos en soledad.
Escribimos para que nos lean. Hablamos para que nos escuchen.
Vivimos para que alguien más presencie nuestra vida.
¿No es eso también el amor? Tener un testigo que sepa de nuestro existir.
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Tienes las expresiones bien minimizadas, suéltate.
Las frases encontradas a diario, algunas no tan seguido, son la radiación que muta de a poco nuestros sentidos. No son suficientes los impulsos nerviosos trasladados del iris al cerebro para comunicarnos qué es lo que pasa fuera de nuestra piel. Acudimos siempre al relato de varios testigos para tener una idea más o menos clara de lo que ocurre.
Las palabras no solo transmiten, también nos hacen posible experimentar el mundo. Las frases hechas, los modismos, las expresiones cotidianas que repetimos sin pensar, van tallando surcos en nuestra manera de percibir el mundo. Crean sus propios cauces que luego nos aseguramos de explicar a los demás.
Le pregunté si no era culo. Me dijo que no era culo.
Hay una visión de la realidad ya moldeada. La que se nos comunica desde el momento exacto de nuestro nacimiento, y con la que, sin preguntarnos por qué, estamos de acuerdo. Aún con esto, la realidad individual es una forma desigual comparada con la forma promedio. Los lingüistas lo saben. Se le llama lengua a la estructura por todos conocida. Habla a la realización individual de esa estructura. No puede duplicarse. Una por sujeto. Varias por sujeto. Por el habla conocemos la lengua. Por la lengua, la vida.
¿No es entonces una vida distinta la que todos percibimos? Mi hermano habla diferente a mí, por ende, vive diferente a mí. Todo lo que forma parte de lo que soy se proyecta a través de mi habla. De mis palabras. De las pláticas casi a gritos con mis amigos. De los susurros que apenas puedo pronunciar cuando el dolor aplasta tanto mi corazón que cierra mi garganta y hace que fluyan mis lágrimas.
A la bici, el tráfico le vale verga.
Con nuestras palabras animamos objetos y los caracterizamos según nuestra imagen y semejanza. ¿No es eso lo que hizo Dios? O lo hicimos nosotros para convencernos de que realmente estamos aquí por una razón…