Poesía de Julio María
Scarabeus
Oscuro y brillante, cruza el jardín como un lento samurái entre las hojas. Avanza. Cargando su propio planeta, moldea con detalle la putrefacción. No le importa la peste, ni la distancia, ni la dificultad de los espacios. Su objetivo es sembrar el corazón de sus hijos en un pedazo de excremento, redondo y caliente. Curiosa alquimia circular, filosofía de la peste:
en lo muerto
hundir la metamorfosis
del asco
extraer la continuidad
Degeneración en generación, hace millones de años que el culo de la tierra es su imperio. Nadie sabe para quién trabaja en este jardín de escombros. Los mamíferos, cegados por la luz de nuestra altura, sólo servimos como fábricas de composta, en el ciclo de sus príncipes.
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Maldito calor de mierda o fruta muerta bajo el sol
Sol que secas las plantas
y nos marchitas el seso. Tú que calientas el pavimento
y derrites la suela de nuestros pasos.
Tú que secas los campos, los pezones, las testículas bembas.
Tú que inventas alas para las hormigas,
por qué no ardes el cuello de las señoras ricas y sus hijos bobos.
Por qué no prendes fuego a los testigos de jehová
que andan por las calles.
¿De verdad los amas?
Sol autista y amarillo.
Sol brutal. Dios de los veganos y las naranjas.
Rey absoluto de cactus y dragones.
¿Quemas quieres de mí?
Sol que hierves en espirales de tu propia orina.
Gordo amor que todo lo quemas
cuando lo tocas. Los culos, las frambuesas, el pan.
Tú que naces y mueres en ti.
Ahorcando ríos y lagos. Perdona nuestra humedad,
todo lo echamos a perder
bajo el calor de tu luz. Ten piedad. Sol de cáncer,
tú que le comiste la piel a mi padre
y le sembraste tu linfoma.
Tú que barres con tu luz todas las cosas.
Déjame morir en paz
bajo la sombra de los árboles, como una fruta
en medio del verano. Por favor.
Déjame dormir la fiebre de este cuerpo que gotea
mi alma pegajosa entre las sábanas…