Poesía de Tamonante Peñate
estado físico compacto
cuerpo roto de tejido blando
claquido sonoro provoca eco
ovillo de músculo engarrotado
palpado sonido caído en el píloro
curvatura cervical abraza las rótulas
ojos sin cerrar párpados secos
irreconocible reflejo
Publicidad
Metal agrio agrietado
Lamo, lamo, lamo, y todo me sabe a hierro. Imitaciones repetitivas algorítmicas. Oro cobrizo que lamenta ser trigo. Todo me sabe a hierro. Lamo las paredes. Lamo las esquinas. Lamo las sábanas. Lamo tu ropa. Todo me sabe a hierro. Mensajes, que no cartas. La línea divisoria entre lo que tengo y lo que anhelo se convierte en curva que se convierte en círculo que se convierte en ciclo. Entre la letra inflamable y la tecla en la nube. Ficticio. Móvil. Permeable. Mentira errante disponible a jornada completa vestida con mantos de plata. Publicada. Compartida. Validada. Todo me sabe a hierro. Despierto temprano y duermo tarde. Riachuelos agrietados ásperos en líneas de expresión cuasifaciales. La boca seca. Mi lengua con pecas de acero. Todo me sabe a hierro. Lamo la tierra y me sabe a hierro. Poso mis antebrazos en la árida tierra roja y al mirarla a los ojos la tierra me miró a mí. Una gota cayó en la tierra y la tierra se partió. Fragmentada mi imagen reflejada en el desierto del fantasma de mi niñez. Del patio en el que crecí de la tierra roja árida. De los volcanes. Todo me sabe a hierro. Heredé el tiempo de unas manos que ya no encuentran su boca. De unos dedos que sangran por el recuerdo del arado. Del hambre. De las colas de abastecimiento. De los llantos de niño yuntero. Todo me sabe a hierro. Lamo. Lengua. Diente…